El garrochista Germán Chiaraviglio estuvo en Tokio para participar de los Juegos Olímpicos, pero días antes de su debut en salto con garrocha, dio positivo de coronavirus. Tras ello, fue aislado durante diez días y vivió un calvario.

El santafesino llegó a Tokio el 23 de julio, participó de la ceremonia inaugural, pero al día siguiente, comenzó su padecimiento: “Desde el 24, empecé a vivir una situación muy rara, que terminó siendo un calvario. Hasta el 27, di positivo en los cuatro análisis diarios de saliva, pero negativo en el hisopado”, le contó a Clarín.

En ese sentido, describió: “Todas las mañanas a las 7 escupía en un frasco de vidrio y lo tenía que llevar a una clínica que estaba dentro de la Villa”.

El atleta dio detalles del protocolo al que tuvo que someterse: “Cuando le avisaron a la persona responsable del Comité Olímpico Argentino de mi primer positivo en la saliva, se activó un protocolo donde automáticamente me aislaron en una sala de esa clínica y debía esperar tres horas el resultado del PCR. Solo, aislado”.

Así, Chiaraviglio vio venir que su participación en los juegos sería imposible: "No me podía entrenar a la mañana porque vivía esta situación un poco hostil y con incertidumbre. Al tercer día, mi cabeza estaba en cualquier lado. Me costaba concentrarme a la noche. No dormía bien, porque sabía que al otro día a las 7 me sonaba el teléfono y me iban a aislar en una habitación por ser positivo", relató.

Faltaban tres días para el día de la competencia y se realizó un test para confirmar su diagnóstico: "Esa noche empecé a levantar un poco de temperatura”. Cuando le confirmaron el positivo, le indicaron que le pedirían un auto para trasladarlo a un hotel, en el que se tenía que aislar por diez días.

Chiaraviglio contó que en el centro de aislamiento tuvo "un trato frío, distante. Daba la sensación de que no trataban como seres humanos y solo aplicaban protocolos". Y agregó: "No estaba contemplada de ninguna manera la cuestión emocional o cómo podía llegar a afectar el encierro. Porque fue un encierro. Sentí que era una prisión", señaló.

El atleta contó que las ventanas de la habitación estaban selladas y le comunicaban diferentes cuestiones por parlantes. "Agarré un alicate y le saqué dos o tres tornillos a la ventana. Giré una perilla y la pude abrir. Ahí me cambió la vida. Creo que habían pasado tres días de aislamiento", reveló.

En tanto, el garrochista expresó que no tuvo contención psicológica por parte de los organizadores ni del Comité Olímpico Internacional (COI): "Solo recibí un mail de una psicóloga diciendo que estaba a disposición. Más frío que eso no hay. Como teníamos covid, para ellos éramos una amenaza para la población local. Con este encierro te sentías un delincuente", contó.

El quinto día aislado comenzó a sufrir una sensación de agobio: "Había sido un día un poco más bajón que los anteriores, porque estás aburrido y no tenés horarios ni ganas de nada. Llegó la noche y serían las dos o tres de la madrugada cuando empiezo a sentirme raro". Luego, agregó: "Estuve un poco perseguido. Fueron dos episodios, pero después por suerte los manejé. Dentro de todo los pude pilotear. Traté de ponerme alguna actividad: a las tres ordenaba la habitación, a las seis miraba la tele, a las siete armaba el mate...".

Chiaraviglio manifestó que lo habló con los responsables del centro en donde se encontraba, "pero a nadie le importó". "Se preocupaban por los síntomas físicos, de lo otro no. Al día 7 di positivo. Al día 8, negativo. Y me avisan que si volvía a dar negativo, iba a salir. Ahí me alegré. Me liberaron a los nueve días y medio, pude ver la semifinal del vóley, dormí una noche en la Villa y mi vuelo salió el viernes 6 de agosto", aseguró.

"Esa última noche fue más reflexiva. Caminé y comí solo. Estaba tan feliz de estar libre... Fijate qué locura, ¿no?. Disfrutaba gozar de mi libertad. Pero lo único que quería era irme de Japón y volver con mi familia", cerró.