Una sombra. Newell's volvió a caminar como un fantasma en la cancha y esta vez fue Lanús el que desnudó todas sus falencias. Por la sexta fecha del torneo de primera división, el Granate goleó a la Lepra por 3 a 0 y profundizó la crisis deportiva del equipo del Parque, que ni siquiera halla respuestas anímicas con la llegada de Osella.

El cuadro del sur bonaerense se impuso por los tantos de Román Martínez, a los 45 del primer tiempo y a los 20 del segundo, y de José Sand a los 35 de esa etapa complementaria, tras una infracción a Acosta que cometió Insúa, quien se fue expulsado por el árbitro Herrera.

Lanús lo ganó de punta a punta ante un adversario tibio, que nunca puso en jaque al arquero Monetti. En cambio, el golero leproso D'Angelo fue una de las figuras del pleito y de no ser por su actuación, el resultado podría haber sido aún más abultado.

La campaña rojinegra es muy floja: sólo el 5 a 0 a Racing se cuenta entre las victorias en este inicio de campeonato. En cambio, su verdugo de esta noche ratificó su condición de líder de la zona 2: ahora tiene 16 puntos y mira a todos desde arriba, con cinco éxitos y una igualdad. 

Los goles

Las razones Newell’s salió a esperar, apretar, recuperar la pelota cerca de su área para reducir espacios y salir rápido de contra. Pero nunca pudo desactivar el circuito futbolístico de Lanús, que manejó el balón a gusto y llegó una y otra vez en el primer tiempo.

El rojinegro sólo se aproximó con un tiro incómodo de Advíncula y otra aproximación externa de Maxi, ya que jamás pudo apretar las riendas en sus manos. Y el gol de Martínez, sobre el final del primer acto, fue un acto de justicia y la concreción de algo que parecía caer de maduro.

En el inicio del complemento, Newell’s tuvo la intención de adelantarse en el campo con la inclusión de Scocco. Pero fue un espejismo que duró apenas diez minutos. Cuando el Grana volvió a aplomarse, le sacó otra vez una luz de distancia.

Y liquidó todo cuando Martínez marcó el segundo. Ahí se acabó el juego. Lo que vino después fue producto de la desazón ñubelista y la tranquilidad y confianza del local. Que se aprovechó de un adversario a todas luces desahuciado.