Nicolás Capogrosso se quedó sin Juegos Olímpicos. Como todos los deportistas del planeta. Y el jugador de voley playero rosarino, representante del equipo argentino que iba a buscar la clasificación en el Preolímpico en mayo, atraviesa la cuarentena en su casa de Rosario, entre el encierro y la desazón por la cancelación de su gran objetivo.

"Por suerte tengo adaptado un gimnasio en el garage de casa y eso me mantiene activo, pero como deportista es complicado estar encerrado. Y fueron días duros, estuvimos tristes los cuatro jugadores de la selección cuando nos enteramos de la suspensión", señaló en comunicación vía web con Antes de Salir (El Tes).

"Como no se habían suspendido los Juegos, seguíamos entrenando juntos en cuarentena con los otros tres chicos cuando volvimos de Perú. Tras la suspensión, fue difícil porque es un proceso de cuatro años que se trunca. Pero fue la mejor decisión, la más consciente del Comité Olímpico porque hay que priorizar la salud sobre el deporte en este momento", explicó.

Al regresar de Lima, el cuerpo técnico de la selección de voley playero les acondicionó una casa quinta en Funes para que junto a Julián Azaad, Leandro Aveiro y Bautista Amieva atravesaran la cuarentena sin dejar de practicar. Cuando se suspendieron los Juegos, eso se terminó y volvieron cada uno a su casa.

"Me trato de levantar a estudiar un poco a la mañana porque estoy entrenando a la tarde, con mi hermana. Allá en Funes podíamos entrenar voley porque teníamos una cancha de pasto. Pero acá no", dijo el estudiante de cuarto año abogacía de 25 años.

Ahora se dedica a mantenerse, ya que según dijo "el voley quedó un poco atrás porque es difícil practicarlo acá en estas condiciones, salvo algún ejercicio de control de pelota. El cuerpo técnico priorizó la dieta, que no cambiemos comidas, algo a lo que estamos acostumbrados".