“Era un momento complejo y uno no se puede abstraer de lo que está pasando. No es normal venir a jugar en una situación inestable como la que vive Colombia. No fue normal la previa y se jugó en situaciones muy incómodas, con humo, gases, escuchando estruendos y estallidos. Fue una situación anormal en todo sentido y no podemos mirar para otro lado”, razonó Marcelo Gallardo el miércoles, apenas consumado el empate frente a Junior en Barranquilla por la Copa Libertadores.

En otro lugar de Colombia, Nacional de Montevideo se negaba a presentarse frente a Atlético Nacional por los incidentes que se sucedían en la puerta del hotel donde estaba alojado y alrededores. Una manifestación les impedía trasladarse al estadio.

Hasta que llegó la “sugerencia” de la Conmebol para que vayan hacia la cancha porque el riesgo era perder los puntos y ser expulsados de la competencia.

Ese partido comenzó una hora más tarde de lo previsto, pero se jugó. Como la Conmebol quería, como la Conmebol quiere. A como dé lugar.



Hace poco menos de dos semanas los equipos colombianos fueron locales en Asunción y en Guayaquil. En el Defensores del Chaco, estadio mítico asunceño, se jugaron dos partidos prácticamente seguidos. Uno comenzó a las 19.15 y el otro a las 23. Una situación bastante difícil de presentar para una competencia internacional seria.

“No podemos mirar para otro lado”, dice Gallardo. Y no le falta ni una letra de razón. 

Para Jaime Pumarejo, alcalde de Barranquilla, con muchas más responsabilidades que la Conmebol, el objetivo es el mismo.

“El partido se va a jugar y también se van a hacer miles de otras actividades en la ciudad de Barranquilla porque la vida no depende de la voluntad de un manifestante u otro, sino de las personas que hacen su vida, su comercio, su trabajo. La Conmebol ha decidido que se siga jugando y son los únicos que pueden tomar esa decisión”, aseguró con una falta de sensibilidad social espeluznante y corriéndose de las responsabilidades que le competen como principal autoridad de la ciudad.

El fútbol tiene. lamentablemente, muchos ejemplos que van contra su construcción popular. En otros tiempos no muy lejanos, hubo escenarios que sirvieron como centros clandestinos de detención y hasta deportistas, los menos afortunadamente, funcionales a las dictaduras que sacudieron a este lado del mundo durante tanto tiempo.



En un momento el partido entre Junior y River debió pararse por la invasión de gases lacrimógenos.

A un centro que rechazaba Armani con los puños le seguía una ráfaga represora para dispersar. 

A un enganche de Luis González (el mejor de Junior) antes de lesionarse lo cubría una explosión de los manifestantes defendiendo sus reclamos.

No se puede, ni se debe, mirar para el costado.

Siga, siga era la filosofía del ex árbitro Francisco Lamolina, el papá de Nicolás. Una máxima que el fútbol mundial, de la FIFA para abajo, tomó como metodología.

Con la realización de los partidos en Colombia a como dé lugar, la Conmebol quiso y quiere demostrar que la organización de la Copa América en tierras cafeteras es posible. Pero todo puede quedar en la nada y de hecho ya hay sedes alternativas para acompañar a Argentina. Inclusive una versión hace referencia a que la AFA se ofrecería para organizarla en soledad si Colombia se baja.

No se puede ni se debe mirar para el costado



El miércoles último, tres de los más importantes patrocinadores de la Copa le habrían dicho a la Conmebol que ellos "no iban a participar en un torneo en un país de tan difícil situación de orden público y cuestionado por importantes organismos internacionales de no respetar los derechos humanos". 

Si ello se confirma, la organización de la Copa América en Colombia podría sufrir un golpe de gracia imposible de revertir.

Lo que no se caería sería la competencia en sí misma, que se disputaría en Argentina, Chile, Paraguay o dónde sea.

Pero no es exclusivo de este lado del mundo.

La final de la pomposa Champions pasó de Turquía a Portugal por razones sanitarias a menos de un mes de su realización. 

Siga, siga, Lamolina, ley de ventaja.