Clasificar al Mundial cuatro fechas antes y con 5 partidos por jugar (uno de ellos se definirá en los escritorios) es lo suficientemente trascendente como para dejar de lado cualquier tipo de análisis purista sobre el rendimiento del equipo. Pero, a la vez, el momento ideal para hacer los retoques necesarios que permitan tapar las goteras que tiene la selección de Scaloni.

Uruguay y Brasil son los parámetros de Argentina en el continente y los últimos dos rivales que enfrentó. Y el rendimiento del equipo, más allá de los resultados que siempre son lo más importante, no fue el mejor. Uruguay, con todos sus problemas y ausencias, lo dominó durante gran parte del partido y Brasil, sin tener una superioridad notoria y quizás ni siquiera merecer ganar el partido, fue mejor que el equipo de Scaloni. El Scratch también tuvo ausencias importantes que ameritan una reflexión que seguramente el cuerpo técnico hará con todo el tiempo del mundo, porque Tite disimuló muy bien la falta de Casemiro y a Neymar y Argentina no pudo aprovecharse de esa ventaja.

El equipo de gala, el que se ganó ese status en el Maracaná, tiene filtraciones que se disimulan hasta hacerse imperceptibles ante rivales inferiores, pero que afloran hasta notarse frente a competidores del mismo nivel.

Un Mundial, salvo que toque un sorteo como el de Brasil 2014, tiene exigencias superiores a una Copa América o una eliminatoria sudamericana.

Fanatizarse con los resultados, que siempre son lo más importante, y no ver más allá, puede ser una trampa

Este es el momento ideal para sacar conclusiones sobre las virtudes y los defectos de un equipo que es competitivo, pero que tiene baches que lo descompensan y lo hacen permeable cuando lo atacan. Por eso su arquero es muy importante, no sólo porque es muy bueno, sino porque en todos los partidos trascendentes tiene al menos un par de atajadas decisivas.

En Qatar, Argentina puede chocarse, proyectando un equipo con aspiraciones por supuesto, con Francia, Alemania, Inglaterra, Bélgica, España, Países Bajos y el propio Brasil. Todos lo van a atacar. Y van a escarbar en su tendón de Aquiles.

Allí deberán trabajar Saloni y su cuerpo técnico, para que del medio hacia atrás, Argentina sea una selección compensada y no dependa sólo de las bondades de su arquero.

Tiempo para trabajarlo es lo que sobra. Por suerte.

Fanatizarse con los resultados, que siempre son lo más importante, y no ver más allá, puede ser una trampa.

De la mitad hacia adelante todo parece aceitado y con Messi en buena forma (se notó su falta de ritmo por la inactividad en el último partido) la fórmula parece ser la correcta aunque quizás se requiera de una mayor participación y efectividad de Lautaro Martínez para que el combo esté completo.

El Mundial comenzará el 21 de noviembre del año próximo. Falta exactamente un año. Sobra tiempo para pulir todos los detalles que potencien a la selección y la transformen en un candidato o al menos en un equipo que esté capacitado para competirles de igual a igual a los que hoy parecen estar un escalón por encima.

Se insiste, fanatizarse con los resultados, que siempre son lo más importante, y no ver más allá, puede ser una trampa.