En el inicio todo fue tensión, seriedad, rostros adustos, de un lado y del otro. Puños apretados para el saludo, un poco por protocolo y otro poco por compromiso. Es que llegaban al encuentro con una semana cargada de declaraciones contra el árbitro, con Central eliminado de la Sudamericana y con Newell's que venía de una nueva derrota con Racing. El local tenía la presión extra de jugar en su casa y la necesidad de conseguir un triunfo, ya que en el Coloso venía de tres triunfos al hilo.

Bastante más que tres unidades se ponían en disputa. Tanto Cristian González como Fernando Gamboa, que se estrecharon en un abrazo al encontrarse, sabían que siempre hay un antes y un después de este cotejo. Y que perder deja huellas profundas y dolorosas.

El primer tiempo fue jugado intensamente, no se guardaron nada: Central mostró tácticamente lo que viene haciendo en todos los encuentros, las bandas son sus armas letales. Blanco y Martínez hacen mucho daño porque desarman cualquier defensa al ingresar por sorpresa y llegan a conformar una delantera con mucha gente. Algo que está muy aceitado y donde todo pasa por los pies y la cabeza de Vecchio.

Newells sabía que su rival trabaja así, pero igualmente no pudo frenar esos avances desproporcionados por momentos, porque cuando tienen que retroceder es difícil el equilibrio. Es algo a corregir para el Kily.

Por su parte, Fernando Gamboa apostó a que en la mitad de la cancha se rompa el juego que propone Vecchio y en parte fue logrado. Además, buscó atacar de contragolpe rápido con Cristaldo, que mientras estuvo en cancha fue fundamental para preocupar a Almada y Ávila.

Scoccco y Ruben no fueron protagonistas excluyentes, no fueron primeras figuras, porque no estuvieron cómodos y quedaron absorbidos por sus marcadores. No se sintieron en su lugar de confort por eso no pudieron ser los de siempre.

Allí es donde los entrenadores tomaron cartas en el asunto y comenzaron a planificar construyendo desde los laterales, por el lado de la visita, y desde los pies de Nicolás Castro, para el local. El chico leproso estuvo muy compenetrado con el trabajo encomendado y fue una de las figuras rojinegras.

En el segundo tiempo llegó el córner desde la izquierda y allí donde habitualmente va un delantero, contra el pronóstico esperado, apareció Damián Martínez, que corrigió la trayectoria del balón y Aguerre, otro de los destacados, quedó marginado de posibilidades de reacción.

Siete minutos mas tarde, en una maniobra combinada de la lepra, Comba entendió como poder generar recursos con y sin pelota, esperó un segundo el pase de Pablo Pérez y en el último toque a la carrera ingresa Nicolás Castro. En un leve desvío, deja desparramado a Broun y empata de manera justa.

El resultado estuvo abierto hasta el final. Se jugó como se tenía que disputar, con garra, dejando todo, pero con la pasión de un encuentro de esta magnitud, uno de los partidos más importantes de la Argentina.

Los dos equipos estuvieron a la altura de las circunstancias, cualquiera podría haber ganado, por eso el empate dejó con sensación de justicia.

Los técnicos también ganaron. Fue Cristian González quien más lo aprovechó, ya que en los encuentros acumula una victoria y un empate. Por su parte, Fernando Gamboa arrancó bien en su nuevo ciclo. El no haber perdido lo mantiene con el ánimo arriba, no tan lejos de los punteros y con buenas energías para seguir trabajando.

Paso un nuevo Newells y Central, otro clásico, y la sensación final marca que el disfrute no solo fue para hinchas leprosos y canallas, sino que, además, brindaron un buen espectáculo deportivo para todos.