El sector lechero argentino atraviesa una situación de estancamiento económico y tensión con la industria procesadora. Un reciente informe de Meprolsafe, coincidente con el análisis de Carsfe, sostiene que no existe un exceso de oferta de leche en el país, sino dificultades del sector industrial para adaptarse a los volúmenes de demanda.
De acuerdo con los datos oficiales del Ministerio de Agricultura (MAGyP), la producción acumulada durante los primeros ocho meses de 2025 no llega a los 7.200 millones de litros, ubicándose por debajo de los niveles de años con condiciones climáticas normales como 2021, 2022 o 2023.
El informe aclara que comparar los resultados con 2024 —considerado “un año malo” por la sequía y la falta de alimentos para el rodeo— distorsiona la lectura de los datos.
En perspectiva, 2025 se ubica apenas 4,1% por encima del promedio de los últimos once años, una variación que, según las entidades, no debería generar desequilibrios en la capacidad de procesamiento industrial.
Incluso comparado con 2023 —año con condiciones productivas normales—, el volumen actual está 1% por debajo en el acumulado a agosto.
A nivel económico, los tamberos enfrentan una fuerte pérdida de poder adquisitivo. El precio SIGLEA aumentó solo 6,9% desde enero y 11% interanual, frente a una inflación del 31,8%. Además, los costos dolarizados —alimentación, combustibles, energía— se incrementaron por encima del promedio, complicando la rentabilidad.
Desde Meprolsafe advierten que el sector primario, pese a gozar de un clima favorable, “no atraviesa un buen momento financiero”. “La overa come dólares y produce pesos, siendo la única que apuesta al peso”, resumieron con ironía.
El reclamo apunta a una mejor articulación de toda la cadena láctea para abastecer una población nacional y mundial en crecimiento, y evitar que los problemas estructurales de la industria se descarguen sobre los productores.

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