El oro, ese refugio financiero tradicional en tiempos de incertidumbre, ha alcanzado un nuevo récord histórico, rompiendo la barrera de los USD 2.554 por onza. Pero, ¿qué significa esto para las empresas, los inversores y, en definitiva, la economía global en su conjunto? El aumento del precio del oro, un 1,5% en un solo día y un impresionante 34% en términos interanuales, es solo una pieza más del complicado rompecabezas que es la situación económica actual. Este salto refleja no solo un cambio en la confianza del mercado, sino también una señal de alerta que los actores financieros no pueden ignorar.
El contexto global pinta un panorama en constante evolución. Los mercados bursátiles de Estados Unidos siguen mostrando músculo, especialmente con el sector tecnológico impulsando al Nasdaq a una ganancia del 1,0%. Esto es relevante para cualquier empresa que dependa del desarrollo tecnológico o las inversiones en innovación. Si uno mira a gigantes como Nvidia, Alphabet y Meta Platforms, que subieron 1,9%, 2,3% y 2,7%, respectivamente, puede observar una clara tendencia hacia la tecnología como la protagonista del crecimiento económico en el corto plazo. La pregunta que surge es si este impulso es sostenible o si es solo un reflejo de un auge temporal.
Mientras tanto, los mercados de bonos, ese otro gran termómetro de la economía, se han mantenido relativamente estables, con los rendimientos del Tesoro a 2 y 10 años en torno al 3,65% y 3,68%, respectivamente. ¿Qué significa esta estabilidad? Los inversores parecen estar anticipando un recorte en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal en su próxima reunión. Un recorte de 25 puntos básicos no es algo menor; implica una expectativa de menor crecimiento o incluso una posible desaceleración. De hecho, algunos podrían argumentar que el alza en el oro es una reacción a esta expectativa de tasas más bajas y a una economía que, si bien no está en crisis, muestra signos de fragilidad.
¿Por qué el oro y no otros activos? Históricamente, cuando las tasas de interés bajan, el oro se vuelve más atractivo, dado que no paga intereses y, por lo tanto, pierde menos en comparación con activos que sí lo hacen. Esto lo convierte en un resguardo preferido cuando el horizonte económico se nubla. En un contexto de posible recesión y de incertidumbre inflacionaria, especialmente en los Estados Unidos y Europa, el oro se transforma en un activo casi irresistible. Pero, ¿hasta qué punto esta subida es sostenible? Esa es la gran incógnita.
El Banco Central Europeo ha tomado una decisión similar, recortando sus tasas de depósito a 3,5%, lo que también sugiere que la política monetaria en Europa está más orientada a estimular el crecimiento que a contener la inflación. Aunque las proyecciones de inflación en Europa se mantienen dentro de los rangos previstos (2,5% para 2024), las presiones internas, como el aumento de salarios, no pueden ignorarse. En este sentido, el impacto para las empresas argentinas que comercian o tienen inversiones en Europa es claro: los costos pueden seguir subiendo, aunque moderadamente.
Además, los datos de empleo en los Estados Unidos no se alejan de las previsiones. Las solicitudes de prestaciones por desempleo subieron solo 2.000 en la última semana, alcanzando 230.000. Este es un dato que muestra que el mercado laboral estadounidense sigue relativamente saludable, pero ¿es un buen augurio para la economía? La solidez del empleo podría generar presión inflacionaria, lo que complicaría aún más la posibilidad de que las tasas de interés bajen significativamente. Nuevamente, este es otro factor que los empresarios y profesionales deben tener en cuenta al pensar en sus inversiones o estrategias de expansión internacional.
Lo que sí preocupa a muchos analistas es el déficit fiscal de los Estados Unidos. Con un deterioro significativo en agosto, el gobierno federal cerró el mes con un déficit de USD 380 mil millones, en comparación con un superávit de USD 89 mil millones en el mismo mes del año pasado. ¿Qué significa esto para la economía global? El incremento en los costos de intereses, que ya superan el billón de dólares por primera vez en la historia, es una señal de alerta que podría derivar en mayores costos de financiamiento a nivel mundial. Este contexto se traduce en una posible contracción en la inversión privada y, en última instancia, en un crecimiento económico más lento.
Otro dato que no se puede pasar por alto es el índice de precios al productor (IPP) en los Estados Unidos, que subió 0,2% en agosto, ligeramente por encima de las expectativas. Aunque no parece alarmante, sí muestra que la inflación subyacente sigue siendo un problema a resolver. El aumento de los precios en el sector servicios, que se incrementaron 0,4%, es particularmente relevante, ya que impacta directamente en los costos operativos de las empresas. En este punto, el desafío para cualquier emprendedor o empresario que quiera mantener márgenes saludables será gestionar eficientemente estos costos.
Y mientras en los Estados Unidos se debate entre crecimiento moderado e inflación contenida, el Banco Central Europeo lucha con sus propios problemas. La reducción de tasas en Europa busca estimular una economía que sigue frenada por las consecuencias de la guerra en Ucrania y los efectos rezagados de la pandemia. Pero, aunque las proyecciones de inflación parecen bajo control, la presión sobre los salarios continúa. ¿Cómo manejarán las empresas argentinas este escenario? Aquellos que exportan o tienen vínculos comerciales con Europa podrían enfrentar nuevos desafíos en la cadena de suministro o costos laborales que sigan aumentando.
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