Con cierres a cuentagotas, la gastronomía rosarina se anticipa a un rebrote de contagios

La llegada de un clima más otoñal, la lenta vacunación y las deudas de vieja data hacen temer una nueva ola de quiebras de bares y restaurantes

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La noticia del cierre definitivo de una de las sucursales de El Gran Chopp puso en primera plana nuevamente la crisis del sector gastronómico en Rosario, que lejos está de haberse recuperado del negro 2020. Es más, referentes de bares y restaurantes temen una nueva ola de quiebras con la llegada del otoño.

Cierran comercios chicos en sectores periféricos, pero también grandes en zonas exclusivas. Por caso, en el último tiempo cayeron Johnny B. Good, Queens y Patagonia en bulevar Oroño, y ahora le llegó el turno a El Gran Chopp en Mendoza y Callao. Es cierto que en la actualidad las persianas no bajan masivamente como en la etapa de mayores restricciones, cuando llegaron a desaparecer unos 300 locales del rubro en pocos meses, pero sí se produce a cuentagotas.

El verano y la baja de casos hizo que mucha más gente empezara a salir los fines de semana, lo que se vio potenciado con las últimas flexibilizaciones horarias. Sin embargo empresarios aclaran que una cosa es lo que ocurre viernes y sábados y otra es la situación durante la semana. “El contexto general no dejó de ser crítico, porque además de falta de demanda, seguimos con restricciones en la capacidad interior, se redujo notoriamente el poder de compra de la gente, y pese a las enormes subas que estamos teniendo, no podemos trasladarlas a la carta”, enumeró Alejandro Pastore, referente de Paseo Pellegrini.

Los problemas no acaban allí, sino que ahora los bares se ven obligados a pagar el salario completo de sus trabajadores, al finalizar la ayuda del ATP. Son pocos los que accedieron al Repro, que de cualquier modo aporta cifras muy inferiores. “Muchos venían con deudas antes de la pandemia, sumaron muchas más el año pasado y ahora necesitan hacer un gran volumen de caja para mantenerse a flote e ir pagando lo pendiente. Algunos no lo aguantan y van cayendo”, expresó a Ecos365.

(Alan Monzón / Rosario3)

Aquellos que toman la dura decisión de no seguir también encuentran escollos a la hora de vender los fondos de comercio. “Hay pocas ventas de fondos, o a valores irrisorios. También está ocurriendo que se dividen bienes y se venden por separado para ir juntando algo de capital, cosa que nunca había ocurrido”, apuntó. Lo recaudado va en su gran mayoría a cancelar deudas.

Quienes siguen en pie, enfrentan además renovaciones de alquiler con ajustes superiores al 30%, y cada vez encuentran propietarios más reticentes. “En la gastronomía el 99% alquila, y muchos dueños tienen miedo de renovarles a bares por temor a que cierren pronto y se queden sin cobrar. En cambio crecen las propiedades que se destinan a rubros esenciales como supermercados o directamente se convierten en proyectos inmobiliarios”, analizó.

En la gastronomía el 99% alquila, y muchos dueños tienen miedo de renovarles a bares por temor a que cierren pronto y se queden sin cobrar"

“Hoy la única que queda es tener una estructura chica, pero incluso estamos muy complicados por la alta inflación, pérdida de valores relativos (ya no se sabe cuánto cuesta cada cosa) recorte de los gastos y restricciones sanitarias. Encima el clima está cambiando, la gente no va a querer estar afuera y adentro la capacidad es limitada”, se lamentó. Si a eso se le suma una lenta vacunación y el temor a una segunda ola, la situación se vuelve sumamente crítica.

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