Cruje la estructura económica de los sanatorios rosarinos, en pleno rebrote de coronavirus

Los gastos se multiplicaron por la pandemia y los insumos dolarizados, pero los ingresos se desplomaron por la menor demanda de prestaciones tradicionales y la caída del ATP

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Los sanatorios y clínicas privadas acaban de terminar el año con mayor trabajo por la pandemia, pero con menores ingresos por la caída de todo tipo de otra prestación. El 2021 los enfrenta al reto de continuar batallando contra el coronavirus, enfrentar costos de insumos dolarizados y ya no contar con la ayuda del Estado para el pago de salarios. Con números que hace tiempo que no cierran, la sustentabilidad económica de la salud privada en Rosario se vuelve incierto.

Durante 2020 cada efector debió montar dos sanatorios en uno: adecuando la infraestructura física para armar un corredor Covid y otro no Covid. “Esto implicó importantes gastos en refacciones, equipamiento y compra de insumos”, indicó Rodrigo Sánchez Almeyra, vicepresidente de la Asociación de Clínicas y Sanatorios de Rosario.

En diálogo con Ecos365, destacó que esto se combinó con una drástica caída en la demanda de prestaciones de pacientes no Covid, ya sea por consultas generales o enfermedades crónicas. Esto provocó una brusca merma de los ingresos económicos, desbalanceando la estructura de costos del sistema. “En ese contexto, el problema se resolvió temporalmente con el pago de la mitad del salario de los trabajadores a través del ATP”, apuntó.

Para enfrentar el coronavirus hubo que hacer grandes inversiones en infraestructura física, equipamiento y compra de insumos"

Pero además, se ajustó por el lado de inversiones y se resignó sostener superávit económico. Transcurridos diez meses, ese esquema que pendía de un hilo se terminó de romper, con el anuncio del Estado de la suspensión del pago del ATP. “Sólo quedó disponible el Repro II, pero es una ayuda menor que muy pocos efectores pueden tramitar porque los sanatorios tuvieron una pérdida de actividad económica pero no asistencial, porque hemos trabajado mucho”, dijo Sánchez Almeyra, y agregó que a esto se suma la quita de ciertas facilidades impositivas.

Pero por otro lado, los aranceles percibidos por las prestaciones quedaron muy atrasados. Si bien las prepagas habían logrado recuperar cierto respaldo financiero a partir del menor uso general del sistema que hicieron sus afiliados -salvo los infectados con coronavirus-, tampoco habían podido actualizar sus tarifas. Tras acordar con el Gobierno subir un 10% a inicios de 2021, de un momento a otro se lo bajaron a un 7% y finalmente le dieron 0%.

“En este contexto de desfinanciamiento, muy posiblemente haya menos inversiones, bajará la calidad de los servicios y el afiliado tendrá que una vez más hacer frente a mayores pagos"

El costo médico se compone de tres variables: por un lado están los salarios, que en Argentina están entre los más bajos de Latinoamérica. Después vienen los de tecnología, equipamiento e insumos, y por último las investigaciones y avances para nuevos tratamientos (que pueden implicar futuras compras de drogas o equipos). “Nuestro país es carísimo para comprar tecnología, y con la devaluación se hizo mucho más difícil”, algo que también alcanzó a muchos medicamentos importados.

Sin ayuda estatal, teniendo que seguir combatiendo la pandemia, y posiblemente sin que se recuperen rápidamente los ingresos por otras prestaciones, ¿por dónde se ajustará? “Muy posiblemente haya menos inversiones, bajará la calidad de los servicios y el afiliado tendrá que una vez más hacer frente a mayores pagos. Hoy no hay riesgo de cierre de sanatorios porque la ayuda estatal llegó hasta diciembre, pero sí vemos con mucha preocupación el 2021. Necesitamos una solución de fondo pero que no puede pasar por la estatización del sistema, sino por una estructura de financiamiento genuino”, respondió.

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