El bar rosarino que va camino a cumplir un siglo y reúne a cuatro generaciones familiares

De atender operarios de los frigoríficos Switf y Cap, a ser testigo de la construcción del Polo Tecnológico y el Museo del Deporte. Historia de un clásico que no pasa de moda

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En la esquina de Ayacucho y Lamadrid, en pleno corazón del barrio El Saladillo, asoma el bodegón Della Ceca, uno de los más antiguos de Rosario que aún se mantiene en pie. El local funciona de manera ininterrumpida desde el año 1928, cuando enfrente suyo se alzaba el antiguo batallón 121, hoy convertido en un extenso parque que alberga al Polo Tecnológico de Rosario y al Museo del Deporte.

Sin embargo, fue a partir de 1946 que pasó a ser atendido por la familia que le da origen a su nombre actual. Camino a cumplir un siglo, mantiene intacta su impronta de ser, ante todo, "un bar de barrio", como destaca Abel Della Ceca, tercera generación familiar, quien se hace cargo del negocio desde 1983 junto a su hermana María Inés, sus dos hijas Florencia y Antonella y su mujer Alicia Pissinis.

"Atravesamos muchos gobiernos y muchos momentos históricos, pero nos agarraron épocas muy duras, el 2001, la pandemia, fueron difíciles. Nos salvó el hecho de que somos propietarios del inmueble y que jamás tuvimos un solo empleado externo, siempre el negocio quedó en manos familiares y así esperamos que siga", señaló Abel durante una conversación junto a su esposa Alicia para Ecos365.

Alicia y Abel junto a su nieta, Franchesca.

Aquellos tiempos

Los italianos Basilio Della Ceca y Adelina Mafezzini, abuelos de Abel, le compraron la propiedad situada en Ayacucho al 5102 a Antonio Cicala. La misma contaba con una casa y un local comercial donde funcionaba un almacén de ramos generales que en ese momento pasó a convertirse en un bar con cancha de bochas. 

"Al principio este lugar mi abuelo lo sostenía atendiendo a operarios del frigorífico Swift y el CAP, pero eso cambió, al primero lo mudaron y el otro cerró sus puertas".

Detrás del mostrador del gran salón donde están ubicadas las mesas había amplias estanterías decorada con cientos de botellas antiguas en hileras. Durante una remodelación realizada en el año 97 las mismas fueron removidas para dar paso a las consiguientes obras y no pudieron volver a ser colocadas ya que significaba un costo económico que ningún miembro de la familia podía afrontar.

Antigua foto del bar con la colección de botellas detrás. Foto: Bar Della Ceca Facebook.

 

Con los años, el negocio de Basilio y Adelina pasó de mano a sus seis hijos y en 1983 uno de ellos, Aurelio, le compró la parte del inmueble que le correspondía a sus hermanos, quedando como único dueño. Desde ese momento junto a su hijo Abel se hicieron cargo del espacio, mientras el resto de la familia ayudaba con la atención y la cocina. 

"Acá hay muchos clientes que vienen desde que yo era chico", señaló Abel. Alicia agregó que es muy común que acudan hijos, nietos y demás familiares de estos y también, por supuesto, vecinos del barrio, trabajadores de fábricas, de distribuidoras y negocios cercanos y hasta empleados de oficinas. 

"Que yo sepa, desde que abrió el bar no continúa ningún espacio comercial de esa época, el barrio fue mutando mucho su fisonomía. Al principio este lugar mi abuelo lo sostenía atendiendo a operarios del frigorífico Swift y el CAP, pero eso cambió, al primero lo mudaron y el otro cerró sus puertas, lo que quedó es la planta de Mattievich del otro lado", detalló el comerciante, que arranca su jornada en el bar a las diez de la mañana y se retira a las once de la noche, luego de hacer el cierre.

En ese entonces enfrente de Della Ceca se encontraba el ex Batallón 121 que funcionó como Centro Clandestino de Detención (CCD) desde mediados de 1976 hasta 1980. En el marco de un proceso de reconversión del mismo, se derrumbaron paredones y cuatro años atrás se terminó por inaugurar el Parque “Héroes de Malvinas”, que ocupa el predio ubicado entre las calles Lamadrid, Ayacucho, Ibáñez, Buenos Aires, E. de Luca y Las Heras.

Parque Héroes de Malvinas.

 

Las ventanas del bar dejan ver una zona llena de comercios que a mediados del siglo pasado era muy distinta, de acuerdo al relato de Abel: "Ahora estamos sobre una avenida transitada como es Ayacucho, con muchos negocios y casas, pero esto antes era todo calle de tierra y descampado y lo que más resaltaba era el muro de cinco metros del batallón en la vereda de enfrente".

El parque inaugurado en el 2017 se complementa hoy en día con las instalaciones del Polo Tecnológico, donde se encuentran radicadas varias empresas del sector, y el reciente Museo del Deporte y aunque Alicia reconoció que ambas obras le dieron un fuerte movimiento a la zona, aseguró que no necesariamente eso se reflejó en las ventas.

Según ella, las personas que frecuentan el parque suelen llevarse su propia comida y los empleados de espacios como el Polo muchas veces compran viandas en otros lugares para abaratar costos. "Nosotros ya de por sí somos accesibles, pero no podemos acortar más los precios por los gastos fijos que tenemos", agregó.

Saber resistir

En cuanto a la parte gastronómica, durante mucho tiempo el bar Della Ceca funcionó ofreciendo un servicio básico de cafetería y sandwichería, aunque en el año 97', en palabras de Abel, se dieron cuenta que debían agregar otras opciones al menú para hacerse de ingresos y mantenerse. Fue a partir de ese momento que su hermana María Inés empezó a tener una participación cada vez mayor en el negocio y hoy trabaja preparando todos los platos que salen de la cocina.

Además de una carta con distintas minutas, cuentan con siete menúes que incluyen variedad de carnes al horno y pastas. En cuanto a la bebida, las que tienen graduación alcohólica no se comercializan hasta después del mediodía y tratan de venderlas solo para acompañar el almuerzo o la cena, excepto según Abel, que se trate "del porrón de la tardecita o de algún cliente que viene hace años y al cual no le podés negar su vaso de whisky o su vino".

En sus inicios, una cuestión que favoreció la afluencia de clientes al local fue el hecho de que contaban con un teléfono en una de las esquinas. Este era usado por los vecinos y trabajadores de la zona que aprovechaban para comunicarse mientras de paso, paraban a tomar un café. "Casi no existían teléfonos así que este fue el primer vínculo real de bar con la gente", indicó Abel.

Luego fueron los distintos juegos que pasaron por su interior. Además de la cancha de bochas, en un momento hubo desde un metegol hasta un flipper y una mesa para jugar al "honguito", un juego clásico de esos años, en palabra del titular de Della Ceca.

Mesa del billar en una de las esquinas del salón.

 

Hoy en día resiste la mesa de billar por la cual solían pasar los clientes a disputarse contiendas, sobre todo durante la tarde, aunque esta hoy en día se encuentra en desuso por la pandemia. Según Alicia tomaron la decisión de prohibirla para evitar la aglomeración de personas en el espacio aunque barajan volver a habilitarla en el verano, cuando las temperaturas sean agradables y puedan sacar varias mesas a la vereda.

"Fue muy importante el apoyo del barrio, las personas que trataban de pasar y llevarse aunque sea un café, se sintió ese cariño".

Incluso en una época también se jugaba a las cartas pero tuvieron que prohibirlo porque la gente gritaba mucho y molestaban a otros clientes, contó Alicia y reafirmó que su idea fue priorizar la atención en las mesas. A su vez confesó que en varias oportunidades tuvieron que plantarse firmes ante personas que no respetaban las reglas ya que veían al lugar "más como un club de barrio que como un comercio".

En cuanto a la pandemia, la pareja señaló que pudieron atravesar los duros meses de restricciones por varios factores que jugaron a su favor. Uno de ellos fue el hecho de ser propietarios del inmueble y no tener que pagar alquiler, a esto se suma el no tener empleados a los cuáles se les debía abonar un sueldo. En cuanto al apoyo estatal, precisó que nunca recibieron ninguna ayuda por parte del gobierno y que lo poco que vendieron esos meses fue gracias a los vecinos.

"Fue muy importante el apoyo del barrio, las personas que trataban de pasar y llevarse aunque sea un café, se sintió ese cariño. El delivery para nosotros casi no funcionó, a veces pasaba todo un día y vendíamos cinco cosas, la verdad que este es un espacio que a la gente le gusta para venir a sentarse, hay personas que acá ya tienen su rutina establecida y funcionamos así", contó el comerciante.

A su vez indicó que el año pasado, otros comercios de la zona que también se la vieron difícil recurrieron a las viandas como modo de hacerse de algún tipo de ingreso, lo cual también los perjudicó por el lado de que había más competencia y no podían pelear en precios. Hoy en día, pese a no volver al movimiento pre pandemia, Abel consideró que de a poco van recuperándose. Sostuvo que "el margen de ganancia sigue siendo bajo", pero que "siempre hay ganas de seguir adelante".

Mostrador del bar.

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