“La Niña” se afirma y las estrategias para la campaña gruesa vuelven a cobrar protagonismo

Leo De Benedictis y Roberto De Ruyver, reconocidos expertos en materia climática, compartieron sus pronósticos y tendencias con Ecos365

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Teniendo en cuenta que el clima es un factor determinante en un negocio a cielo abierto como el campo, los pronósticos y tendencias cobran relevancia en el comienzo del segundo semestre, con el trigo implantado en su totalidad y de cara a los cultivos de “la gruesa” (soja y maíz). Agosto resulta un mes crucial para los expertos en la materia, que pueden ir proyectando ya qué ocurrirá en los próximos meses. En ese sentido, las noticias no son alentadoras

Un informe recientemente publicado por el organismo americano conocido como NOAA (La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, por sus siglas en inglés) encendió la alarma, al indicar que existe un 70% de probabilidades que ocurra un fenómeno “La Niña”. De esta manera, restaría saber el grado de intensidad que presentará el evento.

Ecos365 consultó a dos especialistas reconocidos en el sector agropecuario como el meteorólogo Leo De Benedictis y el Lic. en Ciencias de la Atmósfera, Roberto De Ruyver (director del Instituto De Investigación Clima y Agua de INTA). Ambos coinciden en sus proyecciones, que básicamente giran en torno a las pocas precipitaciones que se registrarán hacia final de año y comienzos de 2022.

Se viene hablando de la posibilidad de un evento La Niña y es cierta; de hecho, estamos al límite entre una Niña débil y una situación de evento neutral frío, que en términos agronómicos y prácticos en realidad presentan casi la misma característica en cuanto a circulación general y seguramente volvamos a tener dificultades para conseguir la ansiada lluvia”, advirtió De Benedictis.

Y agregó: “Sobre todo porque son años donde tenemos mucha variabilidad térmica, entonces los valores elevados de temperatura provocan una pérdida importante de manera generalizada y después tenemos esas lluvias erráticas, puntuales y aisladas que no terminan de compensar la pérdida de humedad en toda el área”.

Así, el diagnóstico está claro. Será una campaña con escasos volúmenes de agua, independientemente de aquellos eventos muy precisos que podrán beneficiar a unos pocos y que, donde ocurren, descargan una importante cantidad de milímetros. 

“Niña débil a moderada”

Por su parte, De Ruyver indicó que efectivamente existen mayores posibilidades de lluvias deficitarias a partir de la primavera y, de cara al verano, remarcó que hay “una chance importante” para que el fenómeno sea una fase Niña en general.

“Estadísticamente lo que tiende a pasar en años con estas características es que las precipitaciones suelen ser menores a las normales. De todas maneras, hubo épocas que escaparon al patrón general o estadístico y presentaron un comportamiento anómalo al que uno espera” aclaró.

El experto reconoció que todavía no pueden darse precisiones respecto a la intensidad del fenómeno. No obstante, puntualizó: “No pareciera ser el caso de una Niña fuerte porque de acuerdo a los modelos, la probabilidad más bien se inclina hacia una Niña débil a moderada”.

Una particularidad que rememoró De Ruyver está relacionada con los últimos 18 años, donde quedaron bien marcados los patrones climáticos: “Tuvimos períodos secos y húmedos entre los años 2003 y 2013, luego hubo cuatro años con mucha humedad y desde 2017 a esta parte han predominado los déficits”.

Estrategias eficientes de cara a la siembra

Con este escenario, los productores deberán planificar sus estrategias de cara a la campaña gruesa, donde cultivos como la soja y el maíz dominan la escena agrícola. Precisamente, con la mira puesta en la siembra, el INTA ha brindado recomendaciones técnicas para el centro y sur de Santa Fe, a los fines de mitigar los efectos del fenómeno climático.

Se tratan de conceptos para tener en cuenta, que puede adaptarse a distintas zonas, pero en algunos casos no necesariamente en las fechas mencionadas por una cuestión lógica. 

Elección del cultivo

Los cultivos estivales extensivos tienen distinta adaptación a las condiciones de sequía, según la cantidad de agua demandada, el momento en que la demandan y la eficiencia con que la utilizan.

El maíz, en fecha de siembra óptima o de primera, tiene la capacidad de aprovechar ofertas crecientes de agua. De la misma forma, deprime sus rendimientos ante la falta de agua, pero en forma más que proporcional a la reducción de la misma, por una menor eficiencia para aprovechar el agua disponible en ambientes restrictivos; especialmente cuando la falta de agua se registra en diciembre, que coincide con la floración de las plantas.

El cultivo de soja tiene un período crítico de demanda de agua más tardío que el del maíz, que se extiende entre el momento de formación de la vaina y el llenado de grano, es decir cuando está más avanzada la campaña, momento en que se moderan las temperaturas y aumentan las probabilidades de precipitaciones.

Por lo tanto, la estrategia básica para el cultivo de soja es la de utilizar cultivares que inicien el período crítico a fines de febrero y que se desarrolle mayoritariamente durante marzo. Cuando existe la necesidad de cambio en el destino del lote, se deben extremar las consideraciones sobre la incompatibilidad de los herbicidas utilizados en el barbecho y el cultivo de reemplazo, para evitar problemas de fitotoxicidad. 

Fecha de siembra y secuencia

Para los mismos cultivos, las fechas tempranas (maíz antes del 15/10) son más estables que las tardías (maíz luego del 15/12), en especial cuando se los siembra sobre rastrojo de cultivo de invierno. En años de lluvias escasas, el retraso de la siembra del maíz lo expone a una mejor oferta de agua en el periodo crítico de floración (marzo).

La soja, por su parte, en campañas Niña obtiene los mejores resultados en siembras al final de la ventana óptima (15-20/11) con resultados decrecientes a partir de la misma.

Elección del cultivar

Cuanto peor sea la calidad del ambiente, más necesario será sembrar un híbrido de características de rendimiento estable, o sea, aquellos de productividad adecuada en una diversidad de condiciones ambientales, que no son necesariamente los de mayor potencial. En condiciones de déficit hídrico, los grupos de madurez (GM) de soja VI, VII y VIII han demostrado una mayor estabilidad, que los más cortos V (de mayor potencial en ambientes favorables).

Por otro lado, con las siembras de grupos muy cortos III y IV, e incluso V cortos se favorece la manifestación de grano verde, tallo verde y retención foliar, causantes de pérdidas directas de producción y/o calidad, además de las indirectas, como consecuencia de inconvenientes en la cosecha: menor velocidad de la cosechadora, desgaste de cuchillas, daño mecánico y hongos, entre otros. 

Densidad de siembra

La densidad óptima en maíz es, en todos los casos, la menor densidad, que posibilita maximizar el rendimiento en grano para cada situación. En situaciones de mediana a baja productividad, resultará conveniente ser mesurado en la densidad de siembra porque las pérdidas de rendimiento por exceso de plantas en años secos son generalmente mayores que el potencial de rendimiento no alcanzado por quedar en densidades subóptimas, en aquellos años de inesperada buena disponibilidad hídrica. 

Por su parte, en el cultivo de soja, la población de plantas más frecuentemente utilizada está entre 24 y 36 por m2, dependiendo del GM, fecha de siembra y distanciamiento entre surcos, a pesar de lo cual una reducción de hasta 20 plantas/m2 no deprimen los rendimientos con los GM más frecuentemente utilizados en el centro santafesino. Esta respuesta es debida a la capacidad de compensación de la soja por la generación de mayor número de granos por planta.

Distancia entre surcos

Esta variable no siempre está al alcance del productor poder modificarla. En aquellos casos en que sea posible, se debe tener presente que una reducción de la distancia, independientemente del cultivo considerado (maíz o soja), es mejor tolerada por cultivos menos voluminosos (ciclos cortos, estructura erecta, poco macollador, etc) y con una adecuada disponibilidad de agua.

Por el contario, a menor disponibilidad hídrica es recomendable un mayor espaciamiento, ya que define una menor captación lumínica por m2, por ende, una menor transpiración. Un consumo prematuro de las reservas edáficas de agua puede intensificar los efectos negativos de la instalación de una sequía progresiva sobre la floración del maíz y las mermas de rendimiento ante una sequía. Esto se agrava por el mayor consumo hídrico ocasionado en los surcos angostos, dependiendo de la sensibilidad del híbrido sembrado.

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