“Concluimos la quincuagésima temporada del Programa de Investigación Ballena Franca Austral en Península Valdés” en coincidencia con el relevamiento anual de foto identificación número 50 que se hace a través de vuelos, informó la organización.

Recordó que “este programa se inició en 1970 cuando el Dr. Roger Payne comenzó a estudiar la especie en Península Valdés y desde 1996 se lleva adelante de manera colaborativa entre el Instituto de Conservación de Ballenas y Ocean Alliance”.

En el último sobrevuelo se tomaron cerca de 11.000 fotografías donde quedaron relevadas 827 ballenas, incluyendo 320 crías de esta temporada lo cual “es un número alto, cercano al récord de 856 ballenas que contamos en 2018”.

Se estima sin embargo que “hay muchas más ballenas en el centro de los golfos, que por cuestiones de seguridad de los vuelos no pudimos fotografiar”.

A lo largo de los 50 años el equipo científico logró incorporar al catálogo las historias de más de 4.100 individuos conocidos.

“Durante cinco décadas, hemos observado muchas ballenas que regresan a Península Valdés, trayendo nuevas crías a esta población” dice el informe, tras lo cual aclara que “cada ballena es única y especial y esto sólo puede aprenderse estudiándolas vivas y durante largos períodos de investigación continua, lo que hace que cada año sea más enriquecedor que el anterior”.

A lo largo de las cinco décadas uno de los aspectos más sobresalientes para la actividad de la investigación ha sido el avance de las herramientas que aportó la tecnología, entre los que se destaca la utilización de drones y dispositivos satelitales.

“Entre los meses de junio y octubre llevamos adelante la tercera campaña de fotografías tomadas desde drones que nos permite evaluar la condición corporal mediante el análisis de fotografías aéreas tomadas con esos dispositivos aéreos no tripulados”.

La técnica conocida como fotogrametría permite determinar cuan “gordas o flacas” están las ballenas para saber, a partir de la condición corporal de los ejemplares cómo está la zona de la península chubutense y las aguas que la circundan como área de cría y reproducción.

El otro proyecto que se favoreció con la incorporación de los avances tecnológicos en este medio siglo de estudio fue el seguimiento satelital de las ballenas, que cumplió recientemente la sexta temporada.

Mediante el seguimiento se estudian los movimientos migratorios de ballenas marcadas con transmisores satelitales en el Golfo Nuevo.

“Conocer lo que hacen las ballenas en sus viajes oceánicos aporta información valiosa para su conservación, porque permite localizar los ambientes clave para su ciclo de vida y genera información relevante para sustentar la importancia de las áreas marinas protegidas y para elaborar recomendaciones de regulación de actividades humanas con potencial impacto sobre la fauna marina”, indicó el trabajo.

Estos años de estudio permitieron también detectar el problema que enfrentan las ballenas con los ataques de las gaviotas cocineras (Larus dominicanus), que se alimentan de su piel y grasa.

Este comportamiento es monitoreado desde 1995, utilizando telescopios y binoculares con seguimientos visuales de las madres y sus crías, registrando cada instancia en la que las gaviotas se alimentan sobre las ballenas y los cambios de comportamiento que los ataques producen.

En el repaso de los 50 años de actividad, el ICB recuerda que desde el año 2003, en forma colaborativa se lleva adelante con otras instituciones el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral con un equipo de especialistas que acuden a observar cada cuerpo sin vida que se reporta en la costa.

“Cada ballena que muere es analizada para buscar cicatrices, heridas y evidencias externas de causa de muerte, además de tomar medidas, muestras de tejidos y órganos internos, con resultados que se informan periódicamente a las autoridades provinciales de Chubut”, explicó el ICB.