El trabajo también se propone investigar sobre diversas prácticas culturales locales e interacciones poblacionales que se dieron en la región, según señaló la Agencia CTyS-UNLaM.

Constanza Taboada, investigadora del Conicet, docente de la Universidad Nacional de Tucumán y directora del proyecto, señaló que uno de los temas que les interesa indagar “es cómo se constituyeron estas poblaciones en relación a sus modos de vida, a su organización del ámbito doméstico y comunitario, como también a sus expresiones culturales y modos de interrelacionarse”.

“Por primera vez en la arqueología regional, abordamos el estudio de la arquitectura y del espacio doméstico, habiéndose podido registrar los límites de una vivienda, su piso y techo, y las posibles variantes en tiempo y espacio”, aseguró Taboada.

El equipo logró reconocer una variabilidad importante en los tamaños, estructura y distribución de los sitios, lo que apunta a que algunos asentamientos pudieron ser pequeños poblados, ocupados solo durante un tiempo, mientras que otros fueron creciendo al ser usados y reocupados por hasta 500 años.

“Aún dentro de la diversidad en las formas de expresión cultural, de modos de vida y de relaciones y estrategias sociopolíticas intergrupales de estas comunidades, podemos afirmar que eran poblaciones que vivían cerca de fuentes de agua, instalando sus viviendas en zonas más altas y aprovechando las áreas bajas para sembrar y almacenar agua”, explicó la directora Taboada.

Por su parte, Sara López Campeny, especialista en prácticas textiles y también investigadora del Conicet y docente en Universidad Nacional de Tucumán (UNT), indicó que las excavaciones arqueológicas sistemáticas, llevadas adelante por el equipo, “permitieron recuperar e identificar las primeras evidencias textiles directas para el área”.

“Se trata de fibras microscópicas de algodón, que se conservaron asociadas al sedimento adherido a instrumental de hilado. En este sentido, la presencia de miles de torteros para hilar es muestra de que algunos grupos locales desarrollaron ampliamente la textilería”, dijo la investigadora.

Si bien estas poblaciones de la llanura santiagueña no han sido históricamente relacionadas con el Imperio Inca, según Carlos Angiorama, especialista en metalurgia y también investigador de Conicet y docente de la UNT, “pudo haber habido una interacción entablada por los incas con algunas poblaciones ubicadas en la zona de los Bañados de Añatuya, que habrían sido sostenidas por alianzas en las que los objetos de metal e hilados habrían actuado como materiales de importancia”.

“Aun así, no se puede sostener que se haya tratado de una colonización, ni que los incas se hayan asentado en la zona”, señaló.

En referencia al momento de la conquista española, Judith Farberman, especialista en Historia Colonial de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y el Conicet, aportó que uno de los núcleos de resistencia indígena de la colonia temprana se localizó en las “ciénagas del Salado” -como se llamaba a la zona de los bañados de Añatuya-.

Allí, los grupos indígenas combatieron ayudados por un ambiente poco amigable para las armas españolas. Una vez doblegada la resistencia y siguiendo las ordenanzas del oidor Alfaro de 1611-12, las aldeas indígenas fueron reducidas a “pueblos de indios”.

“En la zona de los Bañados de Añatuya el pueblo de Lasco fue el más destacado y creemos haber identificado sus restos arqueológicos”, indicó Farberman.