La hipervaloración de la lectura y de la literatura, así como la infantilización del lector de géneros hasta hace poco considerados menores como el fantástico, la ciencia ficción y el horror -hoy uno de los más populares de la ficción, leído sobre todo por jóvenes- hace que desde instituciones educativas habiliten y circulen textos con referencias demasiado adultas para subjetividades todavía en construcción, “un disparate”, dice la escritora Mariana Enriquez.

“El terror está entre lo muy popular, lo leen sobre todo los jóvenes. Ahí tenés un lío terrible que es gente dándole mis cuentos a chicos de secundaria. Es un disparate. Tienen cosas muy sexuales, pero no en el sentido de ocultarle la sexualidad a los chicos, son cosas muy terribles, que no están buenas, crueles, que son para un registro adulto de cómo entender los impulsos”, dice a Télam Enriquez.

“Sé que les dan ‘Los peligros de fumar en la cama’-grafica-. No sé si todos los cuentos, deben ser unos pocos, pero cuando se da un libro, por lo general, está en la biblioteca de la escuela. Y si vos agarrás ese libro tenés un cuento, “Donde estás corazón”, por ejemplo, de una tipa que tiene un fetiche con corazones y termina torturando a un tipo. Un cuento que escribí pensando en otra cosa con todas referencias súper adultas”.

 ¿Qué pasa cuando esas lecturas no son búsquedas personales sino parte de currículas institucionales?

-Mariana Enriquez: El tema es cómo las desarrollás y cómo las enmarcan. Yo probablemente leí cosas terribles a mis 13, 14 años, pero en mi casa. Eso está bueno, porque tiene que ver con cómo lo elaborás y lo pensás vos y entra en tu educación sentimental. Ahora, en la organización institucional digamos, enmarcar una perversión sexual… qué sé yo. No sé si es el lugar, me parece que pasa por otro lado y que tiene que ver con el terror, el fantástico, la ciencia ficción y la infantilización del lector de esos géneros. Por ahí durante mucho tiempo tuvo que ver con los lectores de esos géneros, porque no entraba en la literatura grande, etcétera. En los secundarios leés “Crónicas marcianas”, el libro de un hombre grande que siente añoranza de su niñez, entonces lo que te perdés es ese efecto abrumador tristísimo que sobreviene cuando lo leés de grande, porque es un libro sobre un mundo perdido y ese mundo perdido es el mundo de la infancia. De adolescente probablemente te aburra, todavía no experimentaste eso. Es una lectura totalmente distinta, pero con mucha ciencia ficción pasa eso, es muy dura para dar, en cambio el terror engancha, gusta, es un hit.

¿Creés que haya una sobrevaloración de la lectura?

-M.E: La gente no es peor cuando no lee. Y tiene derecho a leer lo que se le canta. Hay gente que no le gusta la ficción porque no le gusta la ficción, hay otra que lee sólo ficción, hay gente que no lee nada. Hay muchos tipos de narraciones, por supuesto que la ficción es necesaria, pero a la ficción se puede acceder desde muchos lugares: desde el cine, desde una televisión, desde lo oral, montones de cosas. Pero hay una cosa como que el tipo que lee es mejor, que tiene algo superior, y eso es jodido. O sea, vos leés porque querés, hay gente que no tiene tiempo de leer, mi mamá se puso a leer de vieja, porque antes no tenía tiempo, tenía que laburar y cuando tenía que desconectarse de laburar no se desconectaba con Flaubert, lo hacía mirando la tele. Quiero decir, no es que volvía recansada de la guardia y decía me voy a poner a leer “En busca del tiempo perdido”. Me parece que no, hay una sobrevaloración del lector que no suma.

Esa mirada exagerada se traslada a veces al oficio de escribir.

-M.E: También con los escritores, sí, gente en general que se solemniza con este tipo de cosas. Conozco a un montón de escritores que empezaron siendo personas y después les agarró una cosa como de semidiós, pero no por excéntricos, sino porque se consideran seres dotados. Y nadie niega que escribir sea un don, pero también son un don otro montón de oficios. Hay algo que se arma ahí muy clasista, que tiene que ver con lo popular, lo no popular, el rol que tuvo en los géneros literarios y la exageración académica de rescatar cosas que, históricamente, no son así.