Hubo dos aplausos este domingo. El primero fue el de las 21, para los trabajadores de la salud. El segundo cerca de una hora y media después, cuando el presidente Alberto Fernández cerró el discurso en el que anunció la continuidad de la cuarentena obligatoria hasta después de Semana Santa, que termina el domingo 12 de abril.

"Vamos Albertooooo", sonó desde comedores donde la gente estuvo atenta a las palabras del presidente por televisión o internet.

Durante todo el día se había esperado el anuncio del presidente, que tuvo reuniones -reales y virtuales- con expertos en epidemiología, sindicalistas y gobernadores antes de hacerlo.

El mensaje fue claro, relativamente optimista, buscó tranquilizar. El aplauso final confirmó lo que se viene viendo y sintiendo en estos días: crece la confianza en el liderazgo de Alberto Fernández para conducir a la Argentina en esta situación de emergencia inédita que atraviesa el mundo todo, a pesar de las voces críticas por los efectos devastadores sobre la economía, otra bomba de tiempo. En todo caso, parece haber consenso sobre la prioridad que fijó el discurso: salvar vidas.  

El jefe del Estado volvió a mostrarse como un muy buen comunicador, capaz de manifestarse sereno en el tiempo más agitado que alguien pudiera imaginar, cuando lo que muchos necesitan es, justamente, un piloto de tormenta en el cual creer en este marco de angustia e incertidumbre.

Después del discurso, después del aplauso, todo se silenció. Esta vez no hubo saxofonistas de balcón ni cumbia. El barrio, la ciudad, el país se fueron a a dormir. O al menos eso pareció.