Un libro con olor a infancia y a adolescencia. Abrir La ciudad híbrida. Historia de Rosario, 1689 – 2021 (Spiaggia), de Pablo Suárez es permitirse recordar lo vivido y lo recibido en forma de relato de épocas pasadas. Es poder caminar una ciudad propia y extraña a la vez, repasarla con otros ojos, pretender entenderla en su presente y vislumbrarle un futuro. Una Rosario sin un comienzo preciso, un puñado de casitas con pobladores que criaban ovejas, un factor de atracción comercial hacia 1810 por ser el paso entre Buenos Aires y Santa Fe, el escenario donde Manuel Belgrano desplegó por primera vez los colores patrios. Un terreno de guerra política y también de combate y fuego. Un puerto predominante y el faro de miles de inmigrantes. La aún pequeña localidad donde su ribera está plagada de lavanderas que meten sus cuerpos hasta las rodillas en el agua helada, hacia fines del siglo 19.

Un inicio de siglo tirado por tranvía a caballo hasta la llegada de las vías del tren. La Rosario de las fábricas y su clase obrera amontonada en conventillos y la de los ricos que dejaron sus apellidos en grandes construcciones, asociados a una Rosario grande y poderosa. La ciudad donde explota el anarquismo, la tierra donde se realiza la primera huelga general para inaugurar el siglo 20, y en la repercuten además los conflictos chacareros. Una Rosario que atravesó dos guerras mundiales, con un barrio Pichincha donde la prostitución, las drogas y la trata de blancas eran moneda corriente y el ruido de la vendetta se mezclaba con la nostalgia de un tanguito.

La ciudad del arte hecha a pinceladas por Julio Vanzo, Emilia Bertolé, Manuel Musto, Augusto Schiavoni, Leónidas Gambartes y Antonio Berni, la del sueño de un Monumento a la Bandera que se hizo realidad casi 20 años después, la de Perón y Evita, la de Luis Cándido Carballo, de movimientos sociales y de represión estatal. La Rosario de Los Gatos y reconocidos poetas, la ciudad del rosariazo y la fama de un Pololo que chocó con Buenos Aires. Una localidad donde nevó y pronto se hizo de noche con más de 20 centros clandestinos de detención y una guerra en Malvinas. La Risario y las luces de Roberto Fontanarrosa y Juan Carlos Baglietto.

Una Rosario tapada de agua en 1986, donde asesinaron brutalmente a la abuela y tía de Fito Páez, se lloraba la muerte de Alberto Olmedo y a la que llegaba un cura sanador y deslumbrante a ParqueField. La Rosario menemista al son del rock nacional en Luna, Berlín y Zeppelin, la de diciembre de 2001 con sus pobres, sus cacerolazos, asesinatos y el surgimiento de un símbolo social alado: Pocho Lepratti. La capital del socialismo, la ciudad que empezó a mirar al río y al mundo con un multicultural Congreso de la Lengua. La Rosario kirchnerista, la del boom de la construcción, la ciudad narco al calor de la indigencia y la especulación financiera y también, la localidad donde el macrismo se convirtió en promesa. Y más acá, una Rosario pandémica, con altísimos niveles de pobreza y cargada del humo que escupen las islas ardientes del Paraná.

El desafío que se planteó el licenciado en Historia y también docente rosarino fue desentrañar, en este repaso detallado por 333 años de historia local, la identidad de la urbe sin fundador. Una esencia que la represente. Entonces, descubrió un término que le vino como anillo al dedo: hibridez. Concepto que fue raíz y fruto de este trabajo.

También autor de Rosario, ciudad ocupada (Baltasara, 2017) y Documentos para la historia del agua en Santa Fe (2021), Suárez explicó por qué considera a Rosario una ciudad híbrida. “La idea era erosionar un pensamiento muy común en mucha gente que consiste en enarbolar o aspirar a construir identidades "puras" "monolíticas" y eternas. Eso no es así. Las cosas humanas cambian. Rosario es comercial e industrial (aunque la industria ya no es ni por lejos el principal aporte a su producto) y es un poco portuaria (aunque el puerto ya no es lo que fue) porque lo que uno ha sido deja huellas, claro y deja actitudes, conductas, etc. Tiene su "alta cultura" con El Círculo, los museos, etc. y también tiene esa cosa visceral de que acá si sos jugador de Central o Newell´s, perdés un clásico y te espera una semana de enfermos que te cargan o te insultan. Y es al cuete ir contra eso. Y eso es hibridez”, manifestó y remarcó en contacto con Rosario3: “La Hibridez no es esterilidad. Es más: pocas cosas son más estériles que las identidades cerradas sobre sí mismas (y ahí están las rígidas estructuras políticas, religiosas, futbolísticas para darme la razón)”.

—¿Miramos más al río o a la pampa?

—Ahí tenés otra hibridez.  Las dos por igual, aunque últimamente, me parece que el río se empezó a vivir de otra forma. Dejó de ser "el pueeeerto que nos conecta con el mundo" (porque verlo así era como ver la otra moneda de la pampa. Miramos el río porque por ahí sale lo que nos hace ricos. Ahora el río -para los rosarinos al menos- creo que es más recreativo, ya sea de este lado, del otro, o la misma agua. Últimamente está un poco victimizado, pero basta que venga una creciente grande y los tecnócratas empezarán con un "ambicioso plan de obras para controlar sus crecidas".  Pero la pampa se mira mucho porque muchos de nuestros amigos son de las localidades cercanas y porque sabemos que -aún con evasión o con sus cositas- mucho del dinero de la prosperidad del campo, queda acá. Le guste o no al progresismo. Es así.

—¿Cómo analizás la relación que existe con Buenos Aires? ¿Se ha modificado en el último tiempo?

—Por una cuestión de reforzar la identidad, Santa Fe y Buenos Aires son los dos grandes hermanos mayores con los cuales construimos nuestra diferenciación. Quizás un poco Córdoba, pero más reciente. Ahora, por suerte en el fútbol se puede saltar de Rosario al exterior, sin pasar por la CABA. Pero lamentablemente, Buenos Aires sigue siendo el gran trampolín para muchas actividades. Un Fontanarrosa no cambia esto. Entonces hay como una envidia y una bronca por un lugar "obligado", un "peaje" para lograr el éxito nacional. Pero quizás lo mejor sea amigarse con eso y asumirlo.  Después está el tópico tanguero de si te olvidas del barrio y cuando volvés te encerrás en el hotel o en el country. Eso ya no sería culpa de Buenos Aires ¿no?

—¿Qué ocurrió con la ciudad donde la burguesía quería dejar sus huellas? ¿Qué rol cumple hoy ese sector social?

—Esto habría que meterlo en el marco de los grandes procesos. Quizás el tema de la financiarización de la economía que comenzó con la dictadura y se profundizó durante los 90’ haya cambiado el perfil de las burguesías locales. Hoy no son más los industriales o grandes comerciantes los que delinean la ciudad. Los que (dentro de lo que podríamos decir una clase social con poder de realización de sus proyectos) tienen un plan para la ciudad son las financieras y la corporación inmobiliaria, dejando las sobras para los comerciantes y algunas industrias. Y ahí están, haciendo fortunas a costa de las casas viejas y algunos barrios.  En más de un caso, los poderes políticos son funcionales a ese plan, por las inversiones y empleos que se generan, pero eso tendrá un límite. Me parece que falta un proyecto de largo plazo. Y de esa gente no va a llegar como diría Popono.

—¿Esas obras tendrán valor simbólico? ¿Considerás que algunos de esos nuevos edificios formen parte del patrimonio urbano?

A la larga creo que sí. Habrá que ver como son los rosarinos del futuro con relación a eso. ¡Capaz que los tiran para construir otras cosas! ¿Te imaginas un change.org que sea "Salven a Aqualinas" o un grupo de gente abrazando a las Dolphin para enviar que las demuelan? Desde el infierno nos vamos a reír mucho, pero sería una muestra de que las cosas cambian, siempre, así que... se verá. A mí, hoy no me representan. Pero bueno, debe tener que ver también con lo que a uno le gusta. Mi edificio preferido de Rosario es "el rulero" de avenida Alberdi y José Ingenieros. Imagino que antes ahí habría una casa chorizo o una esquina de almacén que fue demolida para construirlo. Todo cambia.

—El socialismo promovió la marca Rosario. ¿Creés que se ha instalado y que es una construcción que pueda prosperar?

—Me parece que la realidad se comió la marca. No quedó mucho. Algunas cositas, algunos edificios, ciertos recuerdos de aquellos años "gloriosos".

—¿Qué diferencias encontrás entre la Pichincha mafiosa y la ciudad narco? ¿Hay una vinculación? ¿Es el narco la marca Rosario de hoy?

—Son tiempos muy distintos. En un punto es fácil porque hay personajes y gestos en común: una red que podríamos considerar "mafiosa", que comercializa drogas, que tiene control sobre ciertas zonas y ciertos lazos con el poder policial y político (y eso favorece la comparación), pero la dinámica del proceso a nivel nacional e internacional es bien distinta. Creo que, lamentablemente, el poder de las bandas y la repercusión de sus acciones -sobre todo las violentas- ha hecho que el narco sea una de las referencias con que se conoce a Rosario en el país. Lo que no quiere decir que no haya bandas narcos en otros lados, ni que no haya violencia, claro está.

—En cuanto a la construcción político partidaria local, ¿hay alguna identidad allí? ¿Sería necesario el surgimiento de una figura que tire para delante?

¿Qué complicado eso no? Yo creo que a los rosarinos les gusta mucho la cosa localista, vecinalista, se regodea un poco con eso. Cuando se votó a (Horacio) Usandizaga era para separarse de la provincia. Pero después, cuando el socialismo pudo armar su perfil local, dominó la escena. El mismo (Pablo) Javkin, pudo usufructuar algo de eso. Creo que si se pega mucho a las estructuras nacionales, perdería votos, hay que ver qué quiere hacer y si la alianza Juntos por el Cambio lo termina absorbiendo orgánicamente. Por eso tampoco el peronismo, incluso cuando le iba bien, logró meter un intendente.  Bueno, el centro de Rosario además es muy gorila y conservador. No veo a nadie que pueda ocupar un espacio "localista". Ciudad Futura busca algo de eso, pero no sé si tendrá volumen político. Para mí un radical o un peronista podrán ganar si logran armar un perfil fuertemente local. Pero es complicado, porque si te subís a los éxitos nacionales del partido, te pegás. Y si te hacés el sota respecto de sus fallas, los demás te lo recuerdan.

—¿Cómo vislumbrás a la Rosario de la próxima década?

Cobra fuerza una mirada apocalíptica. De una sociedad de Sci fi latinoamericana. Un sector céntrico (y en los countries alejados) de gente que trabaja muy bien en el comercio, administración, servicios de excelencia, e incluso IT para el mercado internacional con un buen nivel de consumo y seguridad y por afuera de los bulevares el caos social generalizado. Narcos, pobreza extrema, violencia, etc. No digo que no haya fundamentos para proyectar eso, pero bueno, si lo estamos viendo, quizás a alguien le interese cambiar ese destino terrible y aciago. Hará falta mucha política, muchas inversiones (públicas y privadas) y muchas ganas de transformar las cosas. Además -y lo más difícil- capacidad de gestión para hacerlo, y mucho coraje, sabiendo que habrá que tocar intereses de gente muy poderosa y que es imposible que todos estén de acuerdo. El éxito de esa política sería hacer un proyecto real, en el que todos tengan algo para ganar (guita, paz social, posibilidades de desarrollo, etc) aun a costa de resignar algo. Con el poder que han construido algunos sectores sociales, parece una empresa difícil o delirante. Pero... ¿quién te dice?