Néstor Di Leo es docente-investigador de la Cátedra de Manejo de Tierras en la Facultad de Ciencias Agrarias (Universidad Nacional de Rosario, UNR). Además integra el Centro de Estudios Territoriales de la citada facultad, y los grupos interdisciplinarios que conforman la Plataforma Ambiental UNR y el Programa de Desarrollo de Drones UNR.

Parte del equipo que siguió de cerca las quemas en las islas frente al Gran Rosario, Di Leo analiza las causas y consecuencias de la peor quema registrada en un proceso que arrancó hace más de una década. El relevamiento satelital jugo un papel muy importante en el análisis de lo sucedido con el apoyo de drones e inspección ocular cuando la pandemia lo permitía.

¿Qué tareas desarrollan en el Centro de Estudios Territoriales?

Abordamos todo lo que tenga que ver con tres líneas de trabajo interconectadas pero que podríamos identificar de la siguiente manera: 1. La línea madre es la de “Manejo y conservación de suelo y agua”: todos pertenecemos a la cátedra de Manejo de Tierras. Por una cuestión de interés y despliegue laboral intenso del equipo, tomamos dos áreas más bajo nuestra responsabilidad desde el punto de vista académico las cuales son: 2. "Uso de geotecnologías": sistemas de información geográfica, de posicionamiento global y todo lo relacionado con sensores remotos tanto sea satelital como aerotransportados, y 3. "Gestión ambiental": desarrollada por Sergio Montico.

¿Estas líneas están conectadas con la actividad docente?

En el marco de la carrera de Ingeniería Agronómica dictamos la materia anual “Manejo de Tierras” (cuarto año). Además, dicto “Teledetección aplicada y Sistemas de Información Geográfica” (cuatrimestral de la licenciatura en recursos naturales de la misma facultad) mientras que Sergio está a cargo de “Evaluación y Gestión Ambiental", otra materia cuatrimestral de la misma licenciatura.

A partir de esta especificidad tratamos de ordenar la cuestión de investigación. Me orienté más a las geotecnologías y también su vínculo con la agricultura de precisión lo cual derivó en mi dirección del proyecto “Agronomía de Precisión y Gestión Territorial Multiescala a partir de Herramientas Geomáticas”. Allí abordamos cuestiones regionales o zonales así como temas a escala grande, nivel lote e intralote. Esto último apuntado a la agricultura de precisión.

¿Qué encontraron en el humedal una vez que terminaron los incendios?

El estudio comienza con el olor a humo y las dificultades respiratorias allá por mayo del 2020. Los incendios empezaron en febrero. Estudiamos no solo el número de incendios sino su patrón de aparición temporal en el espacio. O sea, cómo iban apareciendo y ordenándose en el territorio. La primera conclusión que podemos mencionar tiene que ver con que es infinitamente improbable la ocurrencia natural de esos incendios. Como no visitamos ni corroboramos todos los casos, no podemos asegurarlo en un 100 % pero la probabilidad de que algunos de esos focos de incendio hayan sido generados por causas naturales tiende a cero. Con total seguridad.

¿Cuáles podrían ser las causas naturales?

Podrían ser el efecto lupa de alguna gota de humedad condensada sobre material seco que podría, a partir de la concentración de los rayos solares, iniciar la combustión de esa biomasa que después deriva en un incendio. La otra posibilidad es, por ejemplo, algún rayo en virtud de alguna descarga eléctrica. En el invierno pasado ninguna de las dos cosas tiene probabilidad razonable de ocurrencia porque fue un período muy seco asociado a la sequedad de la propia biomasa y a la bajante del río, en donde no hubo tormentas eléctricas. La condensación es todavía menos probable porque había niveles de humedad relativa bastante bajos.

¿Cómo fue el patrón de aparición de los incendios?

El patrón y la dinámica espacial de esos focos de incendio responden a un esquema totalmente agrupado. Si fuera por causas naturales, espacialmente aleatorias, los focos se distribuirían al azar. Claramente eso no sucedió en este caso. Apareció un patrón de recorrido que hace el incendiario para propagar el incendio lo antes posible. Eso se conoce por saber el manejo ganadero en la isla.

¿Qué probabilidades tiene el factor accidental en este contexto?

Se podría reservar un 10-15 % para un factor accidental, por ejemplo prender fuego para un asado. Todo el resto ocurrió en el interior del humedal, respondía a un patrón agrupado y tenía claramente la intención de limpiar el humedal de acumulación de biomasa senescente para que, en la primavera y el verano, brote el pastizal natural nuevo que tiene mayores niveles de palatabilidad y de rendimiento en el engorde de ganado.

¿Cuál es la extensión quemada?

Para hacer números redondos, hay 2 millones de hectáreas de superficie de las cuales se quemaron casi 400.000 en el invierno pasado, o sea 1/5 del humedal. Esto da una idea de la magnitud gigantesca de la catástrofe ambiental que sucedió pero también de que en este invierno podría quemarse otro cuarto.

¿Esto podría repetirse este año?

Si bien el río tuvo una creciente en el verano, ahora nuevamente está bajando. Podría reiterarse ese tipo de fenómeno, el cual esperamos que no sea de la misma magnitud. Hay superficie para seguir quemando, esperemos estar equivocados y que sea mucho menos. Pero hay disponibilidad de biomasa para que esto ocurra.

¿Qué impacto tuvo la sequía en esta situación?

Es una cuestión que le echó nafta al fuego, literalmente. Cuando el nivel del río está en los promedios, si se mira el humedal desde arriba, aproximadamente un 40 % de todo lo que uno ve es agua libre, el resto es tierra. En el invierno pasado esa misma cuenta era una 7-8 %, aproximadamente. Esto significa que había un 30 % de tierra emergida por la bajante del río que sumó una cantidad de biomasa que también fue parte de los incendios. El cóctel era grave. Teníamos poca agua, mucha tierra emergida en la que se crió pasto en el verano pasado, no teníamos riachos o cortes de agua que pudieran interrumpir el avance de los frentes de fuego, sumado a una sequía climática muy fuerte lo que implicaba ausencia de lluvia, muy baja humedad, vegetación muy seca. Sucedió el desastre. Este es el resumen.

¿Hay otra forma de eliminar biomasa hoy que no sea iniciando incendios?

La respuesta es un categórico sí. La solución tecnológica es muy fácil y de muy bajo costo intelectual. Implica un tractor de baja potencia y un rolo faca. Esto es un cilindro de hierro muy pesado que tiene soldadas unas planchuelas a modo de filo. Cuando el cilindro rueda sobre el pastizal seco inclina la biomasa para que las facas la vayan cortando. Esto hace que la biomasa no sombreé tanto, se degrade más fácilmente y permita la brotación del pasto en un ciclo siguiente sin quemar ni generar daño a la atmósfera, la biota o el suelo.

¿Qué daños se le generan al suelo?

Este es el principio del análisis que hicimos tomando como área de estudio la Isla de los Mástiles en el marco de la Plataforma Ambiental UNR. Ahí vimos la afectación que le generó el incendio al organismo suelo. Detectamos pérdida significativa de materia orgánica en los primeros centímetros, de nutrientes (encontramos una pérdida de fósforo muy importante) y de la funcionalidad hidrológica de ese perfil. Esto se da a través de niveles muy altos de compactación del suelo. El suelo del humedal es distinto del suelo que tenemos en tierra firme.

¿En qué se da esa diferencia?

Si el suelo del humedal va alternando ciclos de crecida y bajante del río, el daño que le hizo el fuego tiende a morigerarse. Pero si la crecida no sucede, para restablecer la vegetación que se quemó ese suelo necesita conservar propiedades que le son propias: ceder nutrientes y filtrar agua para luego cederla a las plantas, proporcionando soporte. Esas funciones tradicionales de cualquier suelo, en el caso del suelo del humedal fueron severamente afectadas por el incendio.

¿Se trató de minimizar las consecuencias de los incendios?

Si uno revisa las notas periodísticas del año 2020 sobre el incendio, un sector de colegas investigadores expresó que el tema del fuego era una práctica ancestral, que el impacto era relativo, que el ambiente se recuperaba. Buscando de alguna manera edulcorar el impacto ambiental de lo que estaba sucediendo. Entiendo que por alguna razón, te diría incluso ideológica porque rápidamente se puso en tela de juicio el uso ganadero de esos espacios. Y cuando eso sucede aparecen voces de regulación y de culpabilización de cierto sector, que creo tienen asidero, por lo que te comenté al principio. Había un objetivo al prender fuego la vegetación y era limpiarla. Si la isla está abandonada y desierta, nadie se tomaría el trabajo de hacer un viaje para prender fuego. Había un ida y vuelta con un interés económico vinculado a la actividad pecuaria. Tal vez fue una defensa de eso, de la libre empresa mal entendida, no sabría cómo llamarla.

¿El ambiente es resiliente como se dice?

Estamos encontrando que la resiliencia del ambiente no es lo que se sostiene. De todos modos lo que tenemos hasta ahora es el estudio preliminar. A fines de mayo estaríamos haciendo otro muestreo y lo repetiríamos cada seis meses de manera tal de tener la primera impresión, por así decirlo. Después iríamos monitoreando la evolución de las mismas variables a ver si se recuperan (ojalá así sea) o si permanecen en algún nivel de afectación a pesar del paso del tiempo.

Dado el impacto sobre el suelo cabría esperar que el pasto que crece luego de este tipo de quemas no sea de buena calidad.

Probablemente el valor nutricional no varía tanto. Lo que sí sucede es que el pasto no reviene como se supone. El productor espera que el pasto venga fuerte y en mucha cantidad pero lo que pasa es que no viene en tanta cantidad y demora en volver, ya que el suelo se ha visto afectado. Tiene menos nutrientes para darle a la planta y menos capacidad para retener agua y dársela a la vegetación. Por esto el pasto crece menos. En definitiva lo que comentás es otro hallazgo. Si querés limpiar el pastizal para mejorar la productividad de la pastura nueva justamente no quemes porque el pastizal brotará en diciembre en vez de empezar a hacerlo en septiembre.

¿Cómo se abordan los estudios ecológicos?

El grupo de ecología de nuestra facultad es el que está haciendo el estudio de la evolución de las comunidades vegetales. Con ellos tendríamos datos acerca de cuánto y cuándo se restablece la biomasa vegetal del humedal luego del incendio. Nosotros, mirando el suelo, creemos que no va a ser fácil que venga la cantidad de forraje/biomasa que los productores esperaban con semejante nivel de daño del suelo. Hay un retardo. Me arriesgaría a concluir preliminarmente que esto no es negocio de ningún modo. Para el ecosistema (la primera víctima) hay un daño terrible de la fauna (estudiado por la gente de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas) y la flora (lo estudia la gente de Ecología de la Facultad de Ciencias Agrarias).

¿Qué otros grupos están participando de estos estudios?

Hay colegas de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas (UNR), más específicamente del acuario, que están trabajando con la parte ictícola y otras cuestiones vinculadas a la biota que están registrando datos alarmantes sobre el impacto del incendio. Colegas de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (UNR) estudiaron la calidad del aire en Rosario durante los incendios. O sea que otra víctima somos todos nosotros, habitantes del litoral costero con el humedal. Tuvimos niveles de contaminación de aire muy altos. En definitiva, la función productiva que le dan al suelo para limpiar y que mejore la productividad del pastizal no lo es tanto. Me arriesgo a concluir que nadie gana.

Además hubo otros costos adicionales.

Ni hablar del costo que implicó para el Estado apagar los incendios, las brigadas, los movimientos de gente, helicópteros, aviones hidrantes que contribuyeron, obviamente, a que no se prolonguen situaciones de incendio. Pero convengamos en que, frente a la magnitud del desastre, fue bastante poca la resistencia que pudieron hacer.

¿Estas prácticas de quema se dan también en tierra firme?

Por suerte no. Desde mediados de la década del ´70 hacia atrás, se utilizaba la quema de rastrojos. Tenías un cultivo, lo cosechabas y para facilitar el laboreo, los restos de ese cultivo se prendían fuego. Siendo muy chico, lo llegué a ver en secuencias trigo-soja. El trigo deja mucho rastrojo y tenías un plazo de tiempo muy corto para sembrar soja. Una solución para tener menos problemas con la labranza mecánica era prender fuego al rastrojo de trigo. Esto duró muy pocos años porque con el advenimiento de la siembra directa el rastrojo ya no era un problema sino que era un aliado en ese aspecto.

¿Por qué el rastrojo pasa a ser algo útil?

El rastrojo te da cobertura que es lo que necesitás para conservar humedad en el suelo. El cambio de paradigma fue a partir de la aparición de la siembra directa. Por eso, a pesar de la sequía, no se ven incendios de campos en tierra firme. Esto también responde a la teoría de estos colegas que decían que los incendios eran por cuestiones naturales. Si hay incendios por cuestiones naturales en el humedal también tendría que haber casos de incendios por cuestiones naturales en los rastrojos de soja o de maíz en tierra firme. Y no es así. No hay ninguna causa natural. Tiene que ir alguien con un fósforo a prender el fuego. Está clara la acción del ser humano en la ignición de un foco de incendio.

 

Video con resumen de la entrevista.

 

Claudio Pairoba es bioquímico, farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de Rosario. Master en Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en Comunicación Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature

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