En los últimos días se conoció un informe de la Defensoría de la ciudad de Buenos Aires, donde aseguran que los llantos y ladridos de perros es la tercera causa de reclamos de vecinos, especialmente en propiedades horizontales y cuando sus dueños los dejan solos por mucho tiempo. Advierten que “se mandan cartas documentos en forma semanal y en algunos casos termina en juicios”. En Rosario afirman que las quejas por este tema están dentro del “top five” y citan como casos extremos a los “acopiadores”, que son aqullas personas que llegan a tener hasta más de diez mascotas.

Juan Carlos Lagrange, miembro de la Asociación de Consorcistas de Rosario, dijo en A Diario, el programa que conduce Alberto Lotuf en Radio 2, que los reclamos por ruidos y otras molestias ocasionadas por animales en edificios “están entre los cinco problemas más graves” en la convivencia entre vecinos.

“El problema lo tiene el ser humano, no el animal; en la ciudad se puede tener un gato, un pequeño perro, un pajarito, pero hay gente que tiene un dóberman, un pitbull, un ovejero alemán”, opinó.

Y luego agregó: “Imagínense que en un departamento de 75 metros cuadrados una persona tiene un ovejero alemán, incluso hasta en un departamento más grande; son animales que necesitan salir, quemar energía, andar por el campo”.

Lagrange consideró que “se está violando la ley Sarmiento, porque se está maltratando al animal; es la estupidez humana elevada a la enésima potencia”.

Otras denuncias muy comunes son por la agresividad de ciertas mascotas y por la higiene: “Hay animales que son agresivos, ese es otro problema; también está cuando sacan al animal para hacer sus necesidades, allí son agresivos, y ni hablemos de los excrementos que dejan en la vereda”, indicó Lagrange.

El representante de los consorcistas graficó que “en barrio Martin, después de las 10 de la noche, es un concierto terrible de ladridos, no se puede dormir”. Y añadió que otro problema es que “las paredes de los edificios modernos son tan finas que los propios animales se van comunicando entre ellos”.

Respecto de la búsqueda de una solución a este problema, desde su experiencia en consorcios destacó que “los propietarios no se ponen de acuerdo cuando tienen que hacer una refacción, imagínense para sacar una mascota del edificio”.

A Diario también buscó la opinión de Soledad Zavla, miembro de la asociación civil “Madrinas y padrinos de Matute”, quien dijo que coincide con “algunas” afirmaciones de Lagrange y “con otras no”.

“Coincido con Juan Carlos en que los animales tienen que tener un espacio para desarrollarse, pero sucede que hay gente que adopta cachorros sin conocer el tamaño que van a tener, y a los meses se encuentran que tienen en un medio ambiente a un animal del porte de un ternero”, describió.

“Lo primero que consideramos nosotros a la hora de entregar un animal es preguntar adónde va a vivir y acuáles son las características de la familia que lo va a adoptar”, puntualizó.

Zavala recomendó insistentemente la “castración” a partir de los cuatro meses del animal. “Las castraciones son fundamentales, porque entre otras cosas calma al animal”, indicó.

Y, por último, habló de los casos extremos: “Existen los acopiadores, gente que rescata, y rescata, y rescata animales, y cuando uno se los quiere retirar para luego darlos, no los quieren entregar; es una enfermedad”, finalizó.