Decenas de temas relacionados con la bioética pueblan semanalmente los medios de comunicación, a raíz de sucesos que operan como disparadores. Eutanasia, pena de muerte, aborto, fecundación in vitro, encarnizamiento terapéutico y alquiler de vientre, son algunos de ellos, pero nos los únicos.

Por definición, “la bioética es la rama de la ética que promueve los principios para la conducta correcta del humano con respecto a la vida humana, animal y vegetal, así como al ambiente en el que pueden darse condiciones aceptables para la vida”. Sin embargo, cuando los medios se ocupan de cuestiones ligadas a la bioética, suelen circunscribirse a temas de ética médica, como los anteriormente mencionados.

En ese marco, la profesora Elisa Dibárbora, especialista en Bioética, docente e investigadora de la UNR, sugiere correr la mirada hacia situaciones más globales, que involucran y afectan a todos los habitantes, como la “ecoética”.

La denominada “ecoética” (bioética del medio ambiente) pone el foco en el cuidado del medioambiente en relación con la genética animal y vegetal, y tiene la finalidad de evitar los ya comprobados efectos nocivos de los productos modificados genéticamente, en el organismo humano.

“No ponemos mucho cuidado en los alimentos transgénicos que llevamos a nuestro organismo cada día. Hay muchas enfermedades provocadas por los avances en genética, no humana, sino animal o vegetal, y lamentablemente eso no tiene tanta prensa. Quizás no resulta tan llamativo el tema, o hay muchos intereses económicos de por medio que nos desvían la atención y contribuyen a que no nos ocupemos de exigir regulaciones”, señaló Dibárbora, en diálogo con Rosario3.com.

“Es obvio que tanto los laboratorios, como las compañías farmacéuticas y las empresas biotecnológicas tienen el objetivo de generar rédito. No podemos pretender que sean altruistas, pero sí que se adecuen a un cierto límite que los conmine a hacer las cosas lo mejor posible, para evitar multas, sanciones o clausuras”, explicó la especialista, y describió la difícil situación de muchos profesionales jóvenes a los que estas empresas les ofrecen no sólo dinero en efectivo, a cambio de recomendar tales o cuales productos, sino también infraestructura y recursos para la institución a la que pertenecen, además de la “gloria” que conlleva ser el artífice para conseguir, por ejemplo, un aparato tecnológico de alta complejidad, para su hospital o centro de salud.

La bioética tiene sus vedettes

En junio de 2014, la profesional participó del Congreso Mundial de Bioética que se desarrolló en México. En el cónclave se trataron los temas más candentes como eutanasia y reproducción asistida, que tienen un peso muy grande para la reflexión, y se discutieron las tendencias mundiales. “También tiene su espacio protagónico “la nueva vedette de la bioética en la actualidad: la neuroética”, dijo la investigadora y lanzó el debate sobre una cuestión polémica, la incidencia de la conformación neurológica de una persona en la toma de sus decisiones.

“Siempre remarcamos que en las decisiones éticas influyen mucho la voluntad y la razón, facultades propias de los seres humanos; pero ahora se están viendo muchos estudios cerebrales nuevos y más complejos, luego de los cuales algunas conductas negativas de las personas pueden encontrar explicación en su conformación neurológica. Si este tipo de explicación avanza, podría llegarse a un punto en el que la conducta buena o mala de un hombre (punto de análisis de la ética), podría entenderse no como una expresión de su voluntad, sino de su estructura cerebral. Creo que el nuevo debate empezará a centrarse en dilucidar hasta dónde determina lo biológico, y cuánto incide lo cultural en la conducta de una persona”, explicó la docente.

“Estos nuevos avances en neuroética –destacó– permiten ver que las conductas humanas también están influenciadas por neurotransmisores, es decir que las respuestas de una persona no dependen sólo de su intelecto y su voluntad como hasta hace poco tiempo se creía”.

La cuestión es “el límite”

Ante un mundo en permanente cambio, con desarrollo científico y tecnológico sostenido y progresivo, es difícil consensuar entre todos los actores, hasta dónde avanzar. La comunidad científica está tan cruzada por discusiones y contradicciones en torno a este punto, como la sociedad de la que forma parte; por ende llegar a acuerdos es un desafío cotidiano.

“En ese sentido –dice Dibárbora– la discusión se centra en torno al imperativo biotecnológico de hacer todo lo que se puede, manipulando, por ejemplo, sin límites, un embrión antes de implantarlo, en pos de determinadas características deseadas. La «medicina del deseo» es otro de los ámbitos de debate que abre discusiones cada vez más complejas en la sociedad”.

Entre los que se resisten a cualquier intervención biotecnológica y los que manifiestan su adhesión plena, sin cuestionamiento alguno, a todo lo que pueda hacerse o manipularse en laboratorio, hay muchas personas que se interrogan acerca del límite y se plantean hasta dónde es ético intervenir, independientemente de lo que en la práctica sea realizable.

¿Cómo se abordan estos temas en Santa Fe?

En Santa Fe existe un Comité Provincial de Ética en la investigación biomédica que se dedica fundamentalmente, a registrar los protocolos y los investigadores que trabajan en estudios clínicos en los efectores de salud de la provincia.

“Lo novedoso es que desde el año 2014, también está funcionando el Consejo de Ética y Derechos Humanos del Ministerio de Educación (CEDEHME), cuya función es registrar y evaluar (para que el Ministerio apruebe o no) todas las investigaciones y estudios que se realizan tomando a la población escolarizada como sujetos de investigación, en especial en salud física y psicológica”, señaló Dibárbora, coordinadora de este organismo.

“Esto apunta a regular la enorme cantidad de equipos de investigadores que se acercan directamente a las escuelas (sin pasar por ningún efector de salud) para investigar sobre enfermedades, como chagas, por ejemplo. El objetivo es evitar que –tal como venían haciéndolo– aborden a la población escolar, por su cuenta, sin autorización, sin respetar la confidencialidad, ni el consentimiento informado, ni el asentimiento de los menores y ni criterios de selección, entre otros requisitos, y procedan a aplicarles encuestas o extraerles sangre con fines investigativos”, afirmó la profesional.

El CEDEHME también controla lo relacionado con estudios sobre violencia escolar, bulling y discriminación, que en estos momentos, son la mayoría.

“El tema pendiente para Santa Fe en particular –remarca la especialista– es tener una ley de Investigación Biomédica, que podría abarcar toda la problemática en la provincia”, y serviría para definir, encuadrar y regular muchos temas sobre los que actualmente, hay un marcado vacío.