Un grupo de científicos chilenos trabaja en el cruce de distintos árboles para desarrollar una generación de "superárboles" frutales que sean resistentes a los efectos del cambio climático como las sequías, los temporales y los fuertes vientos.

"Estamos centrados en trabajar las raíces, el programa está enfocado a obtener nuevos materiales vegetales para los portainjertos", explicó a la agencia EFE Felipe Gainza, director de la línea de Mejoramiento Genético del Centro de Estudios Avanzados en Fruticultura (Ceaf) de Chile.

El injerto es un método de propagación vegetativa artificial de los vegetales en el que una porción de tejido, procedente de una planta se une sobre otra ya asentada, de tal modo que el conjunto de ambos crezca como un solo organismo.

La parte de la planta en la se injerta la variedad, denominada portainjerto, contiene el sistema radical y una porción de tallo.

Sólo en la región chilena de O'Higgins, donde opera el Ceaf, existen 25.684 hectáreas dedicadas al cultivo de duraznos, pelones y cerezas, lo que representa la mitad de la superficie dedicada en Chile a estos cultivos.

Estos árboles de frutas con carozo en su interior son las especies con las que los científicos chilenos están trabajando para hacerlas más resistentes o tolerantes a condiciones climáticas adversas.
"Por ejemplo, en el híbrido entre un duraznero y un almendro, este último aporta la resistencia a la sequía y la tolerancia a los nemátodos, un patógeno del suelo que afecta a las raíces", explicó el director interino del centro de investigaciones, Mauricio Ortiz.

Otra de las especies con las que se cruza el duraznero es el ciruelo, que otorga mayor resistencia a las inundaciones y crea un fruto que tolera las condiciones medioambientales adversas derivadas del cambio climático.

De tener éxito este experimento de alcance mundial, en apenas cuatro años podrían estar comercializándose las primeras especies resistentes al calentamiento global.