La persistente llovizna que durante toda la jornada dominguera cayó sobre Rosario no fue motivo para que el color del clásico rosarino fuera menor que el de anteriores ediciones. El agua estorbó, fue blanco de todos los insultos extrafutbolísticos y enmarcó el ciento por ciento de las postales en el Coloso del Parque, donde la desazón final para el público local fue enorme y la minoría, esa que se amontonó en la cabecera visitante –que quedó desbordada– fue la que se retiró eufórica.
En este escenario, donde también acompañó una temperatura bastante baja para lo que fue la semana, las vedettes fueron los pilotos impermeables y los paraguas, mientras que los vendedores de gaseosa perdieron terreno a favor de los cafeteros.
El ingreso de la gente al estadio fue ordenado y entre el ingenio popular no se vieron grandes novedades y las cargadas para el rival pasaron por los objetos y disfraces ya conocidos, al igual que las canciones que armaron desde temprano el duelo de hinchadas. Sí aparecieron algunas caras pintadas, poco oportunas, por cierto, en un día lluvioso.
La actitud de algunos hinchas canallas de treparse al alambrado antes del inicio del partido hizo que el juego arrancara demorado, pese a los insistentes pedidos de la voz del estadio para que los jóvenes “arañas” desistieran de su particular demostración de entusiasmo. Aunque todo en un marco sin incidentes, como respondiendo a la campaña que con banderas, promotores y volantes pidió en la cancha “No más violencia - Un mensaje de Dios”.
Con los equipos en cancha, la enorme cantidad de humo invadió el Coloso. Y fue tanto que trascendió las tribunas y ganó buena parte del Parque. Si alguno tenía, en ese momento, una vista aérea del lugar, podría haber dicho el reducto rojinegro se trataba de una enorme olla en ebullición. Y en realidad, más allá de la humareda y a juzgar por el fervoroso clima que se respiraba, no hubiese estado errado.
Después, ya con la pelota girando, todo se vivió con la intensidad de siempre. El calor bajó al campo de juego y los jugadores se contagiaron brindando un espectáculo poco vistoso pero intenso y de dientes apretados.
Como dato accesorio pero no menor, cabe destacar que ésta y otras notas alusivas al gran partido y su contexto pretendían estar ilustrada –y se encaminaba a estarlo– con bastante más material fotográfico y de video propio de Rosario3.com. Pero ocurrió algo que siempre, en estos casos y en este país, está dentro de las posibilidades, y la cámara se transformó en el trofeo de un amigo de lo ajeno antes de poder salir del estadio.
Al margen, para Newell’s, el cielo gris se volvió negro. Para Central, aunque en ningún momento se lo vio, salió el sol en toda su plenitud.