En la época veraniega, sobre todo el tiempo de vacaciones, muchos corredores dejan la ciudad, pero eso no significa que abandonen su rutina de ejercicios.

Cada superficie tiene sus propias características. No es lo mismo para las articulaciones, por ejemplo, encontrar la resistencia del asfalto, que del césped o la tierra. Para realizar la adaptación a la arena sin forzar los músculos se pueden seguir algunas indicaciones que evitarán torceduras y posibles lesiones.

El doctor en medicina Amadeus Mason explicó cuáles son las claves para poder correr por la playa, sin lesionarse en el intento.

Comenzar en una nueva superficie de golpe puede ser peligroso, se debe seguir un proceso de adaptación para que la mecánica de los pies, tobillos, pantorrillas y caderas no se vea afectado. Entre las lesiones más comunes de los que dejan las zapatillas se encuentran las tendinitis y la fascitis plantar.

“No es lo más cómodo, ya que la arena que ingresa al calzado puede dar una sensación desagradable, pero las zapatillas evitan el ensanchamiento de los dedos del pie y estabilizan el tobillo”, dijo Mason.

Una nueva superficie implica un desafío y eso puede llevar a tomar decisiones equivocadas. Muchos corredores arrancan con todo y, a la corta, termina siendo perjudicial. Para los que se toman solo una semana en la costa, lo recomendable es usar las zapatillas todo el tiempo, ya que el cuerpo no se adaptará en tan poco tiempo.

Cuando se integra una sesión playa en la rutina regular, lo recomendable es comenzar con distancias cortas. Por ejemplo: realizar los últimos cinco minutos en la arena mojada luego de haber corrido en el asfalto.

La mejor manera de hacer una transición es que el cambio sea gradual, no repentino. Por eso, cuando se está listo para entrar por más tiempo a la playa, hay que hacerlo por la costa, la parte donde la arena está mojada y que otorga una mayor resistencia, más similar a las superficies comunes. “No se debe sacar al cuerpo todo aquello a lo que se está acostumbrado”, dijo Mason.

El traspaso debe ser gradual. Primero de cinco a siete minutos, luego de siete a diez, y así sucesivamente. Lo ideal es que el cambio se produzca a lo largo de varias semanas.

Un par de semanas luego de la adaptación, llega el tiempo de ir a la arena suave, que es -a fin de cuentas- donde se encuentran los beneficios reales de correr en la playa. La arena exige a los pies y fortalece los músculos alrededor del tendón de Aquiles y a los de la pantorrilla, que son algunos de los menos utilizados cuando se corre en el asfalto.

“Una buena manera es comenzar con rutinas cortas de cinco a siete minutos, luego poco a poco ir aumentando hasta diez o doce minutos. Todavía se puede notar algo de fatiga leve, pero no hay que preocuparse. Si se mantiene un ritmo razonable y se respetan las distancias, no habrá problemas”, comentó Mason a Men’s Fitness.

Resulta crucial disminuir las expectativas de tiempo, pero no el nivel de intensidad. Una vez que el corredor se siente cómodo y no hay molestias o dolores, puede “jugar” con la intensidad y la distancia en la arena mojada o seca.

“Por ejemplo, si tarda en hacer un kilómetro entre ocho y nueve minutos en el asfalto, el objetivo es que haga la misma distancia en diez o doce”, finalizó el especialista.