A la hora de abrigar a los más chiquitos, hay que tener en cuenta que no caminan, no se mueven, y por ello, cuando están en la calle, no generan calor con el movimiento como sí hacemos nosotros. A ésto se le suma la cuestión de que no cuentan con grasa en su cuerpo y su sistema de termorregulación aún no funciona demasiado bien. 

Por todas estas cuestiones, se lo debe abrigar un poco más que a nosotros mismos, pero no hay que exagerar para no hacer que su cuerpo llegue a hacer frebrícula o provocarle erupción cutánea. 

Una prenda más de ropa que la que usamos nosotros, será suficiente. Si estamos en remera, el bebé estará bien con un body y un chalequito.

Hay que evitar a toda costa que suden o estén congestionados. Es probable que cuando el bebé experimente demasiado calor llore o se muestre apático, en esos casos debemos de quitarle ropa, darle líquidos (si es lactante darle más tomas) y refrescarle la piel.

Una vez que el bebé pase los tres meses, ya contará con un poco de grasa corporal y mantendrá mejor la temperatura. Esto significa que necesitará menos ropa que el recién nacido.

A partir de los primeros pasos, el pequeño podrá vestir con la misma cantidad de prendas que nosotros.