El peor final. A casi tres años de su desaparición, los forenses determinaron que los restos óseos que se encontraron el 18 de noviembre último en un campo de las afueras de Inriville, corresponden a Mariela Bortot, la mujer de 40 años que era buscada desde 24 de enero de 2014, cuando salió a caminar.

Ese 24 cayó sábado y Bortot salió a dar un paseo pero jamás volvió. Cerca del río Carcarañá encontraron una ojota suya pero allí se acabaron las pistas. Hasta hace tres semanas cuando el cadáver fue hallado a partir del testimonio de un presidiario, según publicó La Voz.

Juan Ramón Rodríguez, un hombre de 38 años que está preso en la penitenciaría de la ciudad de Villa María por abuso sexual con acceso carnal, pidió hablar a comienzos de noviembre con Claudio Bortot, hermano de Mariela, quien fue a verlo a la cárcel.

Allí, le dijo que en la prisión había conocido a Dios y que tenía un cargo de conciencia que no lo dejaba tranquilo: fue entonces que contó que sabía dónde estaba enterrada la mujer desaparecida.

Rodríguez aseguró que aquel 24 de enero de 2014, él estaba trabajando en un campo en las afueras de Inriville cuando vio a Mariela junto a otro hombre, al que identificó como el policía retirado Jorge Orellano, el único imputado que hasta entonces tenía la causa.

Aunque resultó poco convincen­te en ese punto, Rodríguez aseguró que minutos después se acercó a un lugar donde vio tierra removida, y al destapar un poco vio algo parecido a una mano.

Ante esto, desde la fiscalía de Aliaga se ordenó que el preso fuera llevado hasta el campo para que marcara el lugar. A poco de cavar, aparecieron los primeros huesos.

Sin embargo, fuentes de la división Investigaciones Operativas (DIO), de la Policía Judicial confiaron a La Voz que el relato de Rodríguez tiene cabos sueltos.