Una gran araña roja trepa por un árbol en el sur. Tejidas al crochet, las patas se abrazan a la corteza y se hacen largas. Más allá, un destello blanco irrumpe sobre la madera negra de un jacarandá y a varias cuadras de allí, un rebuscado juego de octogonales parches impone amarillos y azules a las gastadas manchas de un plátano. Son los trazos del Yarn Bombing en Rosario, donde echó raíces en la arboleda pública, brotando colores en lanas e hilos en distintos puntos de la ciudad, con mayor frecuencia en las veredas de comercios (dietéticas y bares “saludables” sobre todo) y también de instituciones infantiles.

Denominado grafiti de lana, bombas de hilo o guerrilla de tejido, este tipo de arte público nació hace aproximadamente una década atrás en Estados Unidos y echó redes por el mundo, arrebatando de los hogares la ancestral práctica del tejido para sacarla a la calle y así intentar hacer visible no sólo la naturaleza dentro de las ciudades sino también cualquier objeto que merezca ser mirado.

Consultada por Rosario3.com, la artista rosarina Marina Gryciuk, advirtió que este arte no tiene fuerza en la ciudad en el ambiente artístico propiamente dicho sino que es practicado generalmente por vecinos y vecinas que saben tejer y buscan resaltar, casi siempre, los árboles. Aunque hace unos años atrás ella misma intervino dos ejemplares a pedido de los dueños de comercios que buscaban llamar la atención de posibles clientes, consideró que “el yarn bombing no existe en Rosario como un movimiento artístico”.

“Tiene un costo muy alto, teniendo en cuenta los precios de los materiales”, señaló como una de las causas. Sin embargo, para esta también docente y diseñadora, lo que nada a contracorriente de esta tendencia es el vandalismo: “Muchas de las intervenciones sufren destrozos y robos, es un gran riesgo que corre el artista. Es una arte divino pero inaccesible y frágil”, observó.

“La idea es incorporar el contexto urbano”, explicó y agregó: “Se intenta llamar la atención vistiendo a los árboles con franjas y texturas, es maravilloso, tanto como el movimiento de los grafiteros. Tiene mucho romanticismo, tiene que ver con lo lúdico y la utopía de transformar algo bello”.

En cuanto a la técnica que envuelve, indicó: “El tejido siempre fue visto como una manualidad y hoy hay una revalorización, una necesidad de recuperar lo autóctono, la propia identidad”. “Venimos de familias de tejedores y han surgido artistas maravillosos, muchas mujeres que tejen divinamente”, reflexionó y agregó: “En la facultad (de Arte) ya hay mucha gente que quiere incorporar el tejido a sus producciones”.

La salud de los árboles

El arte viste los árboles con tejidos y de esta forma, avanza sobre su naturalidad. “Las coberturas de este tipo no le generan daño a los árboles pero preservamos su estado natural, es la manera de darle al ambiente este carácter. No me gustaría que todos los árboles fueran intervenidos”, admitió la subsecretaría de Medio Ambiente, María Cecilia Mijich.

En la misma sintonía, el director de Parques y Paseos de la Municipalidad, Nicolás Cordero, confirmó que las telas atadas al tronco o a las ramas no perjudican a la especie salvo que sean de materiales cortantes o duros y que estén sujetas con demasiada fuerza. Igualmente, aclaró: “No lo recomendamos, aunque sea ya una costumbre que se va extendiendo, no es aconsejable, siempre es mejor el árbol al natural”.

“La lana sobre el tronco o el algodón no afecta la parte de abajo de la corteza donde hay circulación de agua”, preciso Antonio Lattuca, director del programa de Agricultura Urbana. Según su punto de vista “es una forma de valorizar al árbol si se respeta su bienestar”. Y concluyó: “No hay blancos o negros en esto, el arte puede realzarlo o tomarlo como un poste. El límite está alli, en no olvidar que el árbol es un ser vivo”.