Ayelén se vestía en su casa y sentía que la observaban. No era una sensación. A través de la mirilla del picaporte, el portero de su edificio la observaba. Durante meses, el hombre la acosó y propició todo tipo de escenarios para quedarse a solas con ella. Hasta que un día, la muchacha no lo aguantó más y decidió pedir ayuda al Instituto Municipal de la Mujer (IMM) gracias a cuya intervención logró echarlo. Sus vecinos, sin embargo, no la escuchaban, pensaban que estaba paranoíca o que ella misma provocaba al propio acosador.
La titular del IMM, Andrea Travaini, contó en Radiópolis, el programa que conduce Roberto Caferra por Radio 2, de los meses de angustia y desesperación que pasó Ayelén (nombre de referencia para preservar el caso de la víctima). Cuando la muchacha se acercó a ella, estaba casi al límite.
Según apuntó Travaini, la joven había intentado convencer a sus vecinos de lo que sucedía pero una y otra vez se topaba con la duda de ellos. Sobre todo, de parte de las mujeres. Sólo un vecino le tendió una ayuda, el mismo que le había advertido que el portero la espiaba por la ranura del picaporte y que le había aconsejado que tuviera cuidado.
“Algo habrás hecho”. “Él es tan bueno”. Tales eran las sospechas –precisó Travaini– con las que se topaba Ayelén cuando les contaba su caso a algunas de sus vecinas. Tal vez esa desconfianza es lo que más le dolía a la joven, que ni siquiera fue la única que recibió el acoso del portero. Otras dos chicas sufrieron similar suerte, pero decidieron irse antes que quedarse y dar la pelea.
“Ella sabía que para sacarlo tenía que quedarse”, observó Travaini. Ayelén vive en un monoambiente con su hermana, pero era claro que el portero tenía fijada su atención en ella. “¿Ténes novio? A mí me gustan las morochas como vos”, le había dicho una vez, de acuerdo a lo publicado en el diario Rosario12.
Por su parte, Travaini contó también que además de espiarla en la oscuridad del palier, el hombre le trababa el ascensor entre pisos sólo para tener la excusa de ayudarla a bajar y que se prendía a su timbre para despertarla y así poder ver cómo se cambiaba. En una ocasión, incluso, le dijo algo que la inquietó: “Yo no soy como (Jorge) Mangeri”, el portero acusado el año pasado de haber asesinado a una adolescente de 16 años en Buenos Aires.
Así, con una carta del IMM en mano y la compañía de su papá, Ayelén convocó a una nueva reunión de consorcio y logró que despidieran al portero con causa. Pero no todos estuvieron de acuerdo.
Travaini llamó la atención lo difícil que aún es romper con la condena social que recae, paradójicamente, sobre la víctima de acoso. El extendido y peligroso, “algo habrá hecho”.