Pablo Gavira

Ir a ver un encuentro deportivo amateur, no importa del deporte que sea, siempre fue sinónimo de la pasión, del sentimiento por la camiseta, del esfuerzo de padres, directivos y técnicos. En definitiva fue y es sinónimo de la familia. Y si se disputa un clásico mas aún. Están los que ganan, los que pierden, las cargadas al otro día y la satisfacción por jugar para ese club elegido desde el corazón.

Pero este concepto está cada vez está mas alejado de la realidad. Se jugaba este domingo un Central-Newells en la rosarina de basquetbol, primera división en la categoría B.

Canallas locales, leprosos visitantes, aunque en realidad los dos fueron visitantes, porque por “seguridad” se jugó en el popular Club de Zona Sur, Atalaya. Y con un condimento más: sin público.

El secretario de la rosarina, Ricardo Bottura, explicó al respecto: “Se decidió está medida en una reunión conjunta con las autoridades de la provincia para evitar cualquier tipo de inconvenientes por los tiempos que corren y por los antecedentes en otros encuentros de clásicos barriales”, pero además también confirmo: “La revancha, cuando Newells juegue de local, también se realizará en cancha neutral”.

La seguridad fue rigurosa, casi fuera de contexto: 15 uniformados con armas reglamentarias, móviles policiales patrullando las inmediaciones, planteles que llegaron en ómnibus especiales –cabe destacar que para este torneo cada jugador va por ssu cuenta a las distintas canchas–, custodios privados de ambas instituciones para intentar que no hubiera ningún tipo de inconvenientes en una cancha, en un escenario, que no tenía a personas en las tribunas.

Hubo un ganador y no pasó absolutamente nada en el estadio. Central perdió, Newells se impuso 71 a 50 y no se produjo ningún inconveniente, era lo lógico. Aunque despúes de realizar la crónica de este partido amateur en el contexto que se jugó, el resultado es anecdótico.