La indignación en las redes sociales contra un vecino de Fray Luis Beltrán fue inmensa. Había sido descubierto cuando llevaba a su perro atado a su camioneta, ocasionándole heridas en sus patas. Con mucha frecuencia, la violencia contra los animales se cuenta en noticias cruentas. También hay caballos, gatos, pájaros, que aparecen golpeados o asesinados así como también animales salvajes que corren el mismo fatal destino. El maltrato, que tiene infinitas formas y alcances, es inadmisible y a hacia ese punto está orientada la legislación vigente a nivel mundial.

Argentina le reconoce a los animales derechos. Este campo de estudio es el de Silvina Pezzeta, rosarina que reside en Capital Federal, donde ejerce como titular de la cátedra de Ética Animal en la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Abogada, también es investigadora del Conicet. Desde hace años su objetivo de análisis se ha ido expandiendo a medida que se multiplican los ecos en todo el mundo, con más o menor fuerza. Entrevistada por Rosario3.com, fue categórica: “No necesitamos a los animales para comer o divertirnos”, planteó.

Ética animal es la cátedra que tiene a cargo junto con su colega Pablo Suárez. “Trabajamos cuestiones de teoría del derecho y filosofía práctica y su relación con las teorías de ética animal anti especistas. El objetivo es discutir fundamentos del derecho, teorías de qué es un derecho y quién necesita ser considerado sujeto de derecho y qué relaciones hay entre derecho, moral y política”, explicó y advirtió que también en Córdoba funciona una experiencia similar.

Pezzeta advierte que en un sentido literal y restringido, se puede decir que los animales tienen derecho a a no ser víctimas de malos tratos o actos de crueldad en términos de la ley penal 14.346 (y esto también podría ser rechazado). Pero va más allá: “Podríamos decir que hay una primera posición, diría universal, que es a que tienen derechos a no ser víctimas de crueldad innecesaria”, observó y agregó: “Vamos a reconocer derechos básicos: a la vida, la libertad y la integridad física. Entonces, lo que hoy viven los animales, será visto desde una nueva perspectiva y no podremos justificarlo de ninguna manera”.

Consultada sobre cómo es el escenario en Argentina consideró: “Aunque el tema de los animales aparece en la agenda pública y legislativa, muy tímidamente, la explotación de los animales y su cosificación no ha cambiado. Faltan datos empíricos que nos permitan estudiar si estos cambios de percepción social y la incidencia de grupos de activistas en distintas áreas marcan cambios concretos en cuestiones como el consumo de carne, la compra de animales y otras formas de dañarlos naturalizadas”.

¿Cómo se entiende, por ejemplo, el consumo de carne en este marco o la pesca, por poner algunos ejemplos? Pezzeta tiene una respuesta: “Si el primer derecho es a la vida, comer animales viola este primer derecho básico. Además, su derecho a la libertad y la integridad física. Lo mismo sucede con la pesca y cualquier otra actividad que afecte estos tres derechos básicos y mínimos. Por último, hay que remarcar que ninguna de estas actividades es necesaria: podemos vivir sin comer animales, no es necesario para divertirse o distraerse, lastimar o matar animales”.

Revolución animal

La investigadora del Conicet valoró que sea cada vez más visible “la injusticia a la que sometemos a los animales” y sumó al respecto: “La cuestión animal es la última forma de desigualdad en ser incorporada a la agenda de luchas sociales y que el siglo XXI sea el que de lugar a una revolución en este sentido. Las futuras generaciones verán con espanto lo que les hacemos a los animales, igual que ahora vemos con espanto la esclavitud o la negación de derechos a las mujeres, por mencionar sólo algunos casos de injusticias graves”.

Mientras llega el futuro, día a día se reproducen formas de agresión a los animales. Sin embargo, hay antídotos para este mal que se pueda administrar, al menos, en pequeñas dosis. “Todos los días, varias veces al día, tenemos el crucial poder de no contribuir al sufrimiento y la muerte eligiendo no comer animales o derivados. Es una elección que requiere, en la primera etapa, volver a aprender algunas cosas y comprar en otros lugares, pero que es perfectamente posible y saludable y que luego se naturaliza como ahora lo está el comer animales”, sugirió la abogada y remarcó: “Eso haría una enorme diferencia”.

Además, “podemos ayudar a los animales adoptando, patrocinando o apoyando económica o simbólicamente a refugios y santuarios. Podemos elegir contaminar menos así tenemos menos impacto en los territorios de los animales, producir menos basura y contribuir a un mundo más amigable para todos”, consideró.

Humanos y animales no humanos

La abogada tiene una especial visión sobre la convivencia entre personas y animales de cara al futuro: “La situación de los animales no humanos –utiliza esta categoría– no sólo es gravísima para ellos, sino que es también terrible en términos humanos”, advirtió en referencia “al impacto ambiental del consumo de animales y productos derivados que es una de las causas más importantes del calentamiento global”.

Pezzeta destacó, en este marco, que el uso de antibióticos en la cría de animales llamados de consumo “es un gran problema para la resistencia bacteriana que nos afecta y se estima como uno de los peligros inminentes para la salud humana. De hecho, ahora mismo se trabaja con el concepto de “una salud” porque lo que les hacemos y pasa a los demás animales también nos afecta. Y, por supuesto, el consumo de animales y derivados está relacionado con muchas patologías para los humanos y esto hace que cada vez más personas moderen o eliminen este tipo de alimentos de sus dietas”.

Derecho animal o pobreza, una falsa dicotomía

La ordenanza 8.726 de 2010 puso fin a la tracción a sangre en Rosario. A pesar de su sanción, todavía surgen cuestionamientos ligados a la fuente de trabajo que supone para un sector muy vulnerable de la ciudad el cirujeo apoyado en la fuerza de un caballo. En relación a esto, Pezzeta opinó: “Es una contravención la tracción a sangre, pero la ordenanza tiene nula aplicación. Pero, además, en muchos casos la tracción a sangre da ocasión para cometer delitos de maltrato y crueldad tipificados en la ley 14.346. Por supuesto, no es necesario cometer estos delitos para utilizar un carro con caballo, es decir, hacer cargar a un caballo más peso del que puede, hacer trabajar a un animal enfermo o a una yegua premiada -todos delitos-, no tienen nada que ver con trabajar con un carro”.

Sin embargo, aclaró en ese sentido: “La pobreza no es la causa de la explotación, ni la pobreza es justificativo en otras clases de delitos o contravenciones, pero, porque la víctima es un animal, en estos casos se recurre a ella como eximente. Lo que sucede es que los animales son considerados cosas sacrificables, pero por todos los sectores sociales así que no diría que es un problema de la pobreza. Más bien diría que es una consideración de los animales como recursos que, cualquiera sea la necesidad humana, están ahí para ser tomados, explotados y descartados”.

Finalmente, analizó sobre la problemática: “Hay muchos programas de reemplazo de la tracción a sangre, incluso en Rosario, pero la resistencia y la justificación vienen dadas porque el caballo o la yegua son vistos como de menor o nula importancia frente a cualquier reclamo humano, incluso el reclamo de cometer delitos contra ellos: azotarlos, hacerlos trabajar hasta morir, hacerlos trabajar enfermos, hacerlos trabajar sin herraduras y arrastrando más de lo que pueden. Pero si un ser puede sufrir -y ciertamente los caballos como mamíferos que tienen un sistema nervioso central como el nuestro y por lo tanto son capaces de sufrir física y mentalmente, de tener traumas y ser víctimas del estrés postraumático, de reconocer caras humanas, de tener buenas o malas vidas y de disfrutar de una buena vida si se les permite- la especie a la que pertenece no importa. La tracción a sangre es inadmisible” y cerró: “No soluciona la pobreza, y, para peor, vivir de la basura es algo que pone en grave peligro la salud de las personas que se ven forzadas a poner sus cuerpos para rescatar algo que vender de ahí. Eso es también una forma de explotación y no hay por qué elegir: ni explotación humana ni de los caballos”.