Xavi en el túnel del Maracaná. Camina. Serio. Solo. Mientras, Chile festeja. España afuera en primera fase. El 8 se pierde en el vestuario (no jugó ni un minuto en ese partido) y, otra vez, es centro de críticas. Habían pasado siete años desde cuando lo detectaban como el mal en Barcelona en tiempos donde los pivotes fuertes y altos ganaban todo.

En 2008, mucho antes del Mundial 2014, Xavi y Guardiola acordaron en Escocia, primer stage de la era Pep, reivindicar el paradigma de los mediocampistas pequeños, técnicos, los que no están apurados para terminar algo sino los que viven para construir ese algo con sus pases, justo cuando Vieira y Gatusso eran los modelos a copiar. La gestión del entrenador sobre el golpeado Xavi (abordar cuál era la mejor posición para sus virtudes, interactuar con él), pudo ser la génesis de todo lo bueno que le sucedió después en el Barcelona y en la selección española. Todo eso se desmoronó mientras culminaba esa caminata por el túnel en Brasil en un torneo sin fortuna para el campeón del mundo en 2010. 

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Ese día en el Maracaná, Jorge Sampaoli festejó el triunfo de su equipo frente a la España sin Xavi. La noche anterior a ese partido, el entrenador argentino había visto “Vivir es fácil con los ojos cerrados” de David Trueba. El mismo director de cine que sostuvo que los entrenadores de fútbol más interesantes que conoció son los que tienen otras inquietudes culturales más allá de la pelota. Si en su momento Guardiola leyó, entre otros, a Rodolfo Walsh, Sampaoli no se queda atrás participando en alguna cena con el biólogo Humberto Maturana en Santiago. Y lo hace con igual o mismo entusiasmo con el que estudió al Barcelona comandado por Xavi como interior y a Pep como entrenador.

Luego del Mundial de Brasil, Sampaoli se propuso que su Chile siga evolucionando, menos precipitado, más elaborado y mejorando en los pases en campo contrario para intentar conseguir la Copa América. Durante este torneo, hubo otra caminata desde el campo de juego hacia un vestuario a la que fui testigo y que no olvidaré.

Valdivia en el túnel del Nacional. Camina. Sonríe. Solo. Mientras, Chile festeja. Uruguay, equipo histórico y colaborativo como pocos, eliminado del torneo por una asistencia de Valdivia y el gol de Isla en un partido que tuvo al 10 como principal generador de mejores contextos en sus compañeros. Todavía faltaba otro partido más para que Chile coloque ocho mediocampistas frente a Argentina en la final. 

Existen charlas que quedan grabadas en el alma de los equipos. Conversaciones que exhiben la capacidad de gestión de los egos en un vestuario. Guardiola con Xavi y Sampaoli con Valdivia. El mejor premio para los entrenadores es dar en la tecla exacta. Motivar a una parte (jugador) porque conocen que el todo (equipo) es más que la suma de esas partes. Valdivia había decidido retirarse de la selección luego del Mundial pero en un año después fue eje y figura en la Copa América. Sampaoli, criticado porque no incluirlo en partidos en Brasil 2014, reinventó su equipo a partir de él, creó un plan de fortalecimiento con un médico específico durante meses.

Los mejores entrenadores son los que entrenan para la seguridad de sus propios jugadores, no para el ego propio. Los que sueltan la certidumbre de sus supuestas ideas previas y entrenan para crear contextos creativos e innovadores.