La Esclerosis Múltiple (EM) es considerada una alteración autoinmune crónica con características tanto inflamatorias (destrucción de la mielina) como degenerativas (pérdida axonal). Es la primera causa de discapacidad neurológica en adultos jóvenes y el trastorno desmielinizante más común del sistema nervioso central (SNC). 

Afecta predominantemente a adultos jóvenes (relación mujer/hombre: 2-4/1) y constituye aún hoy la tercera causa de discapacidad (luego de las lesiones traumáticas y las enfermedades reumatológicas) en este rango etario (entre 20 y 50 años).

En este grupo de enfermedades, el sistema de defensas del cuerpo erróneamente lesiona partes propias en lugar de solo atacar a los organismos externos como ser virus o bacterias. En la esclerosis múltiple se produce una agresión del sistema nervioso central (cerebro, cerebelo, tronco encefálico, médula y nervios ópticos), por parte de nuestro sistema inmunológico.

Principales síntomas:

La EM es muy representativa de la alta complejidad que puede alcanzar la expresión clínica de las enfermedades neurológicas. Esta variabilidad de síntomas en la mayoría de las personas con EM interactúa en una forma compleja.

Los síntomas pueden cambiar a lo largo del tiempo y se observan en todas las formas clínicas que presenta la enfermedad, produciendo un gran impacto en las actividades de la vida diaria y en la calidad de vida de los pacientes.

Los síntomas primarios son el resultado directo de la desmielinización y del daño de fibras nerviosas. Estas lesiones alteran la transmisión de los impulsos nerviosos hacia los músculos u otros órganos.

Cuando los síntomas primarios no son tratados o lo son en forma incorrecta, pueden devenir en complicaciones llamadas síntomas secundarios, como por ejemplo, contracturas, escaras y osteoporosis.

Por último, los síntomas terciarios son las consecuencias sociales y psicológicas de los primarios y secundarios e incluyen depresión, problemas laborales y de relación, problemas maritales, etc.

Los síntomas más frecuentes y sus posibles tratamientos

Fatiga:

Es un síntoma frecuente en los pacientes con EM. Para algunos es incluso el elemento más invalidante de su enfermedad. Se deben intentar identificar y tratar los posibles factores concomitantes que puedan generar o empeorar la fatiga, como los trastornos del sueño, la depresión o el dolor, así como algunos fármacos pueden ser causa de fatiga.

Algunas medidas no farmacológicas como planificar la mayor parte de la actividad a primera hora de la mañana, realizar descansos regulares, ejercicio físico o estructurar los horarios pueden resultar útiles. Si la fatiga persiste, se puede valorar el tratamiento farmacológico.

Espasticidad:

La espasticidad (incremento del tono muscular) es uno de los factores que más contribuye a la discapacidad en la EM, limitando la movilidad, generando dolor, condicionando malas posiciones articulares y, en fases más avanzadas, dificultando la higiene. Sin embargo, la espasticidad no siempre requiere tratamiento. En pacientes con debilidad en las extremidades, el desarrollo de espasticidad puede conllevar una mejoría funcional. En otras ocasiones, la espasticidad o su empeoramiento en un paciente con espasticidad previa se deben a la existencia de factores intercurrentes (por ejemplo, infecciones). La decisión de tratar la espasticidad requiere una evaluación cuidadosa e individualizada.

Dolor:

Según distintos estudios, la prevalencia del dolor en la EM puede variar entre el 26-86%, dependiendo de la forma clínica, del tiempo de evolución y del método utilizado para valorar el dolor. Los pacientes con EM pueden presentar dolor de tipo neuropático con carácter intermitente como la neuralgia del trigémino, o bien dolor neuropático continuo como las disestesias a nivel de extremidades. Además, también pueden presentar dolor no neuropático como el de origen osteomuscular.

Trastornos Cognitivos:

El deterioro cognitivo se presenta en un 40-65% de los pacientes con esclerosis múltiple (en la Argentina está estimado en 46%), e implica la memoria reciente, la atención, la velocidad de procesamiento de la información, las habilidades visuoespaciales y las funciones ejecutivas. Por el contrario, raramente se ven afectados el lenguaje y las habilidades intelectuales. A pesar de la consistencia en estos hallazgos, se observa la presencia de variabilidad en el patrón neuropsicológico de los pacientes.

La detección de las dificultades neuropsicológicas es valiosa para poder caracterizar y determinar estos síntomas causados por la enfermedad pero también le posibilitan al médico neurólogo herramientas necesarias para abordar la rehabilitación neurocognitiva. Esta pesquisa también permite diferenciar la influencia del compromiso emocional o de la fatiga, los cuales inciden negativamente en el rendimiento neuropsicológico.

Trastornos Neuropsiquiátricos:

La EM se asocia a un riesgo significativamente incrementado de trastornos psiquiátricos. Al igual que el deterioro cognitivo, la depresión es muy frecuente en los enfermos de EM (47-54%). La prevalencia de la sintomatología depresiva en los pacientes con EM es relativamente elevada cuando se compara con las poblaciones afectadas por otras enfermedades crónicas y neurológicas con similar incapacidad física. También existen evidencias de que la sintomatología depresiva es más frecuente en los pacientes con mayor alteración cognitiva.

El trastorno bipolar ocurre en pacientes con EM con mayor frecuencia de lo que cabría esperar por asociación fortuita, y algunos datos indican que podría existir una relación comórbida, presumiblemente genética, entre ambos procesos.

Es recomendable un abordaje integral, psicoterapéutico y farmacológico en estos pacientes.

Fuente: grupoorono.com.ar