En tres años de actividad, la Biblioneta, como fue llamada la camioneta cargada de libros, ya visitó unas 150 escuelas, plazas, bibliotecas y centros culturales en diferentes puntos del país, con un auditorio que ronda los 70 mil niños. El trabajo es simple: llegar al lugar, desplegar todo lo que la camioneta lleva en su interior e invitar a los chicos a experimentar. "Es una mudanza diaria", grafica Majo una de sus creadoras, que conduce la actividad que consiste básicamente en contar cuentos y cantar canciones. Luego, los cajones de madera se apilan y simulan una biblioteca perfecta, justa para la altura de un chiquito o de una chiquita.

"Arranca la Biblioneta", dice la canción con la que rompen el hielo, mientras los pibes se acomodan. Majo se encarga de la narración de los cuentos: "Que el pibe se conecte con el libro tiene que ver con la propuesta del adulto. Y si le ponés un libro cerca, se tira de cabeza", dice. Para lograr esa conexión, Majo y su equipo van golpeando puertas ofreciendo el servicio que constituye La Biblioneta.

La locura se materializó con la compra de la camioneta en 2011. La donación de libros para llenarla fue inmediata y el motor se puso en marcha en mayo del año siguiente. El primer destino fue Bariloche. Aunque antes, recuerdan que el primer día con público fue el 2 de diciembre de 2011 en Casa Matienzo, en Colegiales. "Nosotros proponemos un espacio de encuentro. Compartir la literatura como excusa, porque lo que prevalece es lo que cada uno tiene para dar", dice Majo, que le pone mucho de ella a ese dar, porque "si el público no está mirándote y escuchándote, el cuento no aterriza", explica.

No es en vano que otro de los objetivos sea despertar sensaciones en los pibes. "Seremos un oasis en el desierto o un disparador. Y luego dependerá de la escuela si sigue con su línea o si toma algo de lo que nosotros damos para aplicar en la enseñanza diaria", cuenta Majo. Más allá de eso, el momento de narrar es el éxtasis: "Los cuentos nos gustan a todos, aún cuando el contenido es infantil, y hay muchas herramientas en ese espacio que es ‘el cuentito’. Vamos a encontrarnos con los chicos, a jugar con ellos, y a darles otra cosa", explica. Luego de esa hora u hora y cuarto de duración de la actividad, Majo asegura que "hay devoluciones de los pibes que te vuelan la cabeza". Lo que hacen "tiene que ver con un espacio de amor donde se prioriza el encuentro, la mirada, la escucha y la música. Parece abstracto pero es fundamental como el agua", redondea Majo.

Fuente: Argentina.ar