La contaminación es, más que perniciosa para la salud, directamente mortal. Y es que la inhalación de las partículas en suspensión cuyo diámetro no excede de 2,5 micras –las PM2,5, consideradas el mejor indicador de la contaminación urbana y que dado su pequeño tamaño suponen un mayor riesgo para la salud– provoca enfermedades como las cardiovasculares, las respiratorias y el cáncer.

De hecho, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Universidad Brigham Young en Provo (EE.UU.) comunicado en el portal abc.es, no solo confirma que la contaminación se asocia a una probabilidad mucho mayor de padecer una enfermedad cardiovascular, sino que alerta de que este riesgo es extensible a toda la población, incluidas las personas que, aún en su juventud, disfrutan de una buena salud.

Como explica Aruni Bhatnagar, co-autor de esta investigación publicada en la revista "Circulation Research", "nuestros resultados sugieren que vivir en un entorno contaminado podría promover el desarrollo de hipertensión arterial, cardiopatías y accidentes cardiovasculares de una forma más acusada y a edades más tempranas de lo que hasta ahora creíamos".

En definitiva, el estudio confirma que la exposición continuada al aire contaminado aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y, por tanto, de sufrir una muerte prematura. Y si bien se trata de una evidencia ya ampliamente demostrada, el estudio muestra que este efecto perjudicial no se limita a la población que, por la edad o la causa que sea, presenta una mala salud cardiovascular. De hecho, también puede afectar, y mucho, a las personas jóvenes y con un buen estado de salud.