Guillermo Ghergo

Un año político donde lo central no pasó únicamente por las elecciones de medio término. 2013 comenzó con el enfrentamiento entre las gestiones socialistas locales y el gobierno nacional repartiendo responsabilidades por el avance del narcotráfico en la ciudad. Sin embargo, el año termina con un nuevo escenario: Nación, provincia y municipio trabajando en conjunto y llegando a consensos para enfrentar problemas excepcionales y no poner en peligro la gobernabilidad en administraciones de diferentes colores políticos.

La primera imagen política del año fue la de Mónica Fein regresando anticipadamente de sus vacaciones para ponerse al frente del problema de la inseguridad. Los barrios de la ciudad tenían por enero un preocupante crecimiento de homicidios vinculados a las disputas de grupos narco, en una tendencia que marcaría el resto de los meses. Funcionarios nacionales y ediles del kirchnerismo pedían que el gobierno provincial “deje de victimizarse” y responda con “acciones concretas”.

También en el primer mes del año, las chicanas estaban a la orden del día y la presidenta anunciaba la zona franca de Villa Constitución preguntando si el gobernador todavía estaba de vacaciones:




La postal de diciembre, en cambio, mostró al gobernador Antonio Bonfatti recibiendo al secretario de Seguridad de la Nación y 2 mil efectivos de fuerzas federales para proteger la ciudad en medio del paro policial, mientras la intendenta destacaba el rápido accionar de la administración nacional en la inesperada crisis generada por la protesta de uniformados.

Poco antes el gobernador se había reunido con el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y calificó el encuentro como muy productivo:



Pero además el mandatario santafesino volvió a reunirse en la penúltima semana del año con la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, para coordinar políticas contra la criminalidad.

El trabajo conjunto entre Santa Fe y la administración kirchnerista avanza también en materia económica con la promesa de aprobación de créditos internacionales para la construcción de acueductos en la provincia, negociaciones por la Caja de Jubilaciones provincial y hasta la posibilidad –ahora no tan lejana– de iniciar un diálogo por los fondos coparticipables que la provincia reclama en la Corte Suprema.

¿Un nuevo escenario que debería atribuirse al cambio de nombres en el gabinete nacional, a los resultados de las elecciones, a una crisis del modelo, o a una decisión presidencial para iniciar el camino de los dos últimos años de gobierno con el ánimo más templado luego de la colección subdural crónica que la mantuvo largo tiempo fuera de actividad y que moderó su exposición pública? Sea como fuere, se trata de un panorama diferente que pudo verse una vez cerrada la contienda electoral que mantuvo a los candidatos y dirigentes entre chisporroteos durante largos meses.

Otro escenario

“Hay un período poselectoral en el que hay que gobernar y a todos les conviene trabajar coordinadamente. Además, este nuevo vínculo (entre la Nación y la provincia) obedece a situaciones imprevistas”, dijo a Rosario3.com el analista político Lucio Guberman.

Sin embargo, opinó que el reposicionamiento hasta ahora se observa “más en lo simbólico que en lo efectivo”, porque lo único concreto fue la llegada de prefectos y gendarmes durante la revuelta policial, mientras que las medidas económicas reclamadas por la provincia y las acciones políticas que espera como respuesta la Nación "todavía no aparecieron".

Las elecciones no tuvieron, sin embargo, el peso de otros comicios de medio término y marcaron mucho menos la agenda local como sí lo hicieron tres hechos imprevistos: la tragedia de calle Salta, el ataque a la casa del gobernador y la protesta de policías santafesinos. Estas situaciones “pusieron límites muy fuertes a la pelea política”, describió Guberman.

La explosión ocurrida a principios de agosto obligó a las tres esferas de gobierno a trabajar coordinadamente en la asistencia a las víctimas, la remoción de escombros y el anuncio de ayuda a los damnificados. Sin embargo, los tonos de la disputa discursiva entre la Nación y la provincia seguían siendo muy elevados a la hora de discutir la llegada de fondos para la asistencia.

El atentado a la casa del gobernador, en cambio, fue otro de los temas excepcionales del año que generó un repudio unánime de todo el arco político, incluidos los dirigentes del kirchnerismo. Además, una conferencia de prensa encabezada por Bonfatti reunió a todas las fuerzas de la provincia (o casi todas) en respaldo al socialista, a días de las elecciones del 27 de octubre.

Y el trabajo coordinado y armónico entre las administraciones del PS y del kirchnerismo se repitió en medio de la protesta policial, con un apresurado plan dispuesto para sostener la gobernabilidad en ambas jurisdicciones. Claro, antes había pasado lo de Córdoba, donde la Nación demoró la respuesta casi como un castigo al gobernador José Manuel de la Sota, la situación se desmadró y luego se produjo un efecto contagio que prácticamente no dejo provincia intocada. 

Patear el tablero

La “buena sintonía” que se inauguró hace poco tiempo tiene su réplica a nivel provincial. Los diputados provinciales del PJ aprobaron sin mucho debate ni modificaciones el presupuesto enviado por el socialismo con importantes subas impositivas.

En Rosario, los ediles K avalaron la suba del boleto del transporte urbano de pasajeros. Sin embargo, el analista Lucio Guberman no cree que esto se encuadre en el entendimiento nacional. “Se trata de una situación coyuntural más vinculada a un cambio de alianzas, a un rebalanceo del poder”, indicó.

Así, para aumentar el boleto el socialismo buscó consensos con los ediles peronistas y radicales dejando de lado al PRO que venía siendo un aliado para aprobar ordenanzas.

Las diferencias dentro del socialismo abrieron una grieta en el Concejo y el presidente del cuerpo deliberativo, Miguel Zamarini, salió a buscar apoyos para su reelección por fuera del partido de la rosa mientras la intendencia postulaba a Miguel Cappiello para poner al frente del Palacio Vasallo.

El hombre del sector de Giustiniani planteó una nueva relación de fuerzas: sin salir del oficialismo, armó un minibloque separado del resto del socialismo y logró consensos con el kirchnerismo y radicales. De esta manera, pateó el tablero que venían sosteniendo el PS y el PRO para garantizarle ordenanzas al Palacio de los Leones. Y los representantes del macrismo local salieron con los tapones de punta denunciando un “plan canje por cargos”.

Algo parecido volvió a pasar en la discusión del presupuesto. En el despacho de Zamarini, el PPS, los radicales de Boasso y el kirchnerismo habían consensuado una alternativa al revalúo pero la Intendencia no estuvo de acuerdo. Los ediles que responden directamente al Palacio de los Leones intentaron insistir con el PRO pero la sesión cayó por falta de quórum.

Los roles

Que la necesidad de mantener la gobernabilidad haya impulsado a socialistas y kirchneristas a iniciar una etapa de diálogo y coordinación no significa que todos jueguen el mismo papel. Luego de ganar las elecciones a diputado nacional en Santa Fe, Hermes Binner quedó posicionado como uno de los referentes de la oposición en el ámbito nacional con miras a 2015.

Sin la responsabilidad de gobernar, el ex mandatario provincial mantuvo su discurso de confrontación con el gobierno nacional aún cuando las aguas empezaban a calmarse tras los comicios. Así, mientras Bonfatti recibía a Sergio Berni, y Fein saludaba la rápida respuesta de la Nación a principios de diciembre, Binner pedía respuestas más efectivas reunido con Julio Cobos.

“Esto es histórico desde que Cavallero era intendente. Quienes estuvieron al frente de las gestiones socialistas tuvieron que estar más cerca de una mesa de negociación con el peronismo desde 1989 hasta acá, con los diferentes gobiernos nacionales. En el caso de Cavallero, significó ruptura. Ahora, en cambio, se juegan diferentes roles”, explicó Lucio Guberman.

Posoperatorio y poselectoral

En las elecciones de octubre, el kirchnerismo mejoró algunos puntos la performance de las primarias pero no pudo revertir los resultados y perdió en los grandes distritos. La suma de legisladores le permitió al Frente para la Victoria mantener la mayoría en ambas cámaras aunque en cantidad de votos tuvo un notorio descenso, si se compara con las presidenciales de 2011.

En medio de la licencia de salud de la presidenta de la Nación, se conoció el fallo de la Corte Suprema favorable a la constitucionalidad de la ley de medios. La noticia se conoció horas después de las elecciones y sacó de agenda los resultados de los comicios. El gobierno se anotó un poroto y se puso a esperar con tranquilidad el regreso de Cristina Kirchner a la gestión.

Los cambios de gabinete demostraron que las decisiones de mayor peso no se toman sin la presencia de la jefa de Estado pero al mismo tiempo la mandataria bajó su perfil, en el inicio del último tramo de su gestión.

“Los cambios en el gabinete tuvieron un alto contenido económico y político. La designación de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete le permitió a Cristina recuperar la agenda política y dejar fuera de escena, al menos por un tiempo, a Macri, Massa y Scioli. También tuvo su repercusión en lo económico porque eligió al gobernador con mayor capacidad técnica en materia económica: es contador público con experiencia de gestión y ocupó el mismo cargo durante la presidencia de Eduardo Duhalde durante la crisis de 2002”, explicó Guberman.

Lo que viene

No es fácil lo que viene. El modelo que reivindica como propio el kirchnerismo y que lo mantuvo en el poder y con la iniciativa durante diez años atraviesa momentos de turbulencias. El país necesita frenar el drenaje de reservas, poner freno al avance inflacionario y que se vuelvan a encender los motores de la creación de empleo, uno de los pilares de la economía de la posconvertibilidad. 

Es una nueva etapa para el gobierno nacional, en la que necesita apelar a nuevas herramientas porque muchas de las anteriores ya no aseguran el éxito. Acaso eso incluya una nueva relación con las provincias en general y con las que gobiernan sectores de la oposición, como Santa Fe, en particular.

Además, para el oficialismo el final de mandato empieza a acercarse y, sin reelección de Cristina, necesita generar alguna alternativa de continuidad para que, al menos, el poder de la presidenta no empiece a diluirse a medida que pasen los meses. Para eso, cuenta con una ventaja: la oposición, atomizada, no consigue mostrar aún cartas demasiado atractivas o convocantes y tampoco quitarle la iniciativa.

Como sea, hay algo claro. El año que viene no es electoral. Pero sí será intensamente político.