El apuro y los límites de tiempo hacen pensar que se vive acelerado, que la velocidad es importante, pero que también perjudica para la reflexión u oración, piensan unos. Para demostrar que se está activo y vigente “no se debe hacer las cosas despacio”, piensan otros.

Recuerdo que en el ámbito de la publicidad, donde trabajé por más de 15 años, casi al terminar la jornada, comenzaba el apuro por entregar a los medios, los avisos y videos que debían llegar  en “tiempo y forma” para diarios, radios y televisión.

En algunas oportunidades, el trabajo presentaba obstáculos propios de la ansiedad y del descontrol. El estrés y la tensión no dejaban de estar presentes.

El jefe a menudo decía: “Lo necesito para ayer”.

La velocidad excesiva muchas veces impide tomarse el tiempo para pensar. Un reloj no tiene poder para gobernar la vida, el pensamiento ni tampoco nuestra salud.

Carl Honoré en su reflexión sobre la importancia de la lentitud afirma: “La lentitud nos devuelve una tranquilidad y un ritmo pausado que nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con el placer y con los otros”.

Huir de la dictadura del reloj no es indicativo de ser irresponsable en el cumplimiento del deber con el trabajo, sino encontrar un equilibrio justo para generar armonía y bienestar.

Ser reflexivos y no impulsivos nos ayuda a recobrar un ritmo normal. Privilegiar la calidad y no la cantidad de horas que dedicamos a cualquier tarea y permitirnos  disfrutar de todo lo que hacemos, influye notablemente en la salud mental.

“Bajar un cambio” nos hace libres, aunque también responsables, pensantes y por encima de todo, nos ayuda a superar el tabú cultural de que ser “lento”, puede ser sinónimo de alguien con pocas luces o incapaz.

A muy pocos les gusta esperar, pero la espera no es sinónimo de perder tiempo sino de ganarlo con serenidad y paciencia.

Admirando un paisaje de mi ciudad, me di cuenta que uno no lo describe a través de las dimensiones de altura o longitud, sino por su belleza, vegetación y su río. Si hubiera estado apurada tal vez habría perdido la oportunidad de contemplarlo desde ese marco.

La serenidad, la calma, la reflexión, hacen mucho por la belleza y posibilitan contemplar la vida desde un ángulo diferente.

Comprobarlo puede ser el comienzo de una experiencia feliz y placentera.

¿Quieres intentarlo?

Elizabeth Santángelo

Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana, en Argentina

Coaching en área salud y espiritualidad

Twitter: @elisantangelo1