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Un escritorio bajo la ventana, otro al lado de la puerta y sobre una pared una biblioteca del techo al piso. Allí tiene sus libros Ana Inés Montanari. Allí atesora aún las rimas que su mamá le leía a los tres años (y que ella memorizaba y luego le recitaba para hacerle creer que había aprendido a leer) y la colección de Mafalda, lo primero que leyó sola, a sus siete años.
“Para mi era lo máximo. Me gustaba que era una nena preocupada por lo que pasaba en el mundo”, señala.
Quizás esa primera lectura, moldeó luego su interés por mundo. Al momento de la entrevista estaba por recibirse de licenciada en Relaciones Interncionales. En noviembre pasó por el ritual de los huevos y la harina.
Más tarde, llegó Michel Foucault que le marcó otro quiebre. Su manera de explicar cómo la sociedad disciplina los cuerpos la cautivó, justo cuando comenzaba a cuestionarse cómo contorsionaba los dedos para agarrar la birome; de una manera que algunos les resultaba "incorrecta". “Me miraban raro”, recuerda.
Al lado del autor francés reposan Julio Cortázar, Oscar Wilde, Isabel Allende, Gabriel García Márquez, André Malraux, Montesquieu, Platón, Vaughan Evans y Dante Caputo. ¿Qué más?
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