Los pacientes que desarrollan la enfermedad de Parkinson suelen experimentar, entre otros muchos síntomas, una pérdida de peso. Sin embargo, y si bien se trata de un síntoma común, esta reducción del índice de masa corporal (IMC) podría ser un signo de alerta de una forma más grave de párkinson. O así sucede, cuando menos, en los casos en los que la pérdida de peso se produce en las primeras fases de la enfermedad, según muestra un estudio dirigido por investigadores del Hospital General de Massachusettsen Boston (EE.UU.) y publicado en la revista «JAMA Neurology».

Como explica Anne-Marie Wills, directora de la investigación, «los pacientes que experimentan una pérdida de peso temprana parecen sufrir una forma más grave y sistémica del párkinson, posiblemente por una implicación del sistema neuroendocrino o del sistema nervioso gastrointestinal».

Y por su parte, «aquellos pacientes que, por el contrario, ganan peso, podrían desarrollar una forma más leve de la enfermedad de Parkinson», destaca la especialista.

Menor peso, peor evolución

Diversos estudios han demostrado cómo mantener un IMC elevado se asocia con una mejor tasa de supervivencia en patologías como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y la enfermedad de Huntington. Una relación entre peso y evolución de la enfermedad que, sin embargo, nunca se había analizado en el caso del párkinson.

Por ello, los investigadores evaluaron anualmente y durante un período de cinco años el peso, estatura y severidad del párkinson –mediante la Escala unificada para la evaluación de la Enfermedad de Parkinson (UPDRS)– de un total de 1.637 pacientes a los que se había diagnosticado recientemente la enfermedad.

Los resultados mostraron que 1.282 participantes –un 77% del total– habían mantenido su IMC durante todo el período de seguimiento, así como que 233 (14%) habían ganado peso y 158 (9%) lo habían perdido.

Y en este contexto, ¿qué relación se estableció entre el IMC y la evolución de la enfermedad? Pues según los resultados, los pacientes que habían perdido peso mostraban una peor puntuación promedio en la escala UPDRS. Es decir, experimentaron un empeoramiento más acusado de los síntomas, tanto generales como motores, del párkinson. Y en el otro extremo, los participantes que habían ganado peso mostraban el menor incremento en las puntuaciones de la escala UPDRS.

Médicos: atención al IMC

Entonces, ¿debe recomendarse a los pacientes con enfermedad de Parkinson que ganen peso? Como indican los autores, «a partir de nuestros datos no se puede determinar si el mantenimiento o la ganancia de peso podrían ayudar a ralentizar la progresión de la enfermedad».

Además, y si bien se observó una asociación con la gravedad de los síntomas, no se pudo establecer ninguna relación entre el peso y la supervivencia. Y es que como recuerdan los autores, «todos los participantes se encontraban en las primeras fases de la enfermedad».

Sea como fuere, concluye Anne-Marie Wills, «dado que se trata de la primera observación en este sentido, no podemos recomendar ningún cambio en la práctica clínica actual. Pero en mi práctica habitual siempre trato de prevenir la pérdida de peso en los pacientes, por lo que recomendaría a los profesionales sanitarios que estén atentos a los cambios en el IMC de sus enfermos».