Cientos de posteos y fotomontajes con datos de dudosa certitud, circulan en las redes sociales cotidianamente. Afirmaciones falsas o que contienen sólo una parte de verdad se replican infinitamente como si fuesen ciertas y moldean la opinión de quienes no pueden, no quieren o no les importa chequear si es real o ficticio lo que reproducen en sus cuentas de Facebook y Twitter. Y lo que es peor, en reiteradas ocasiones, se critica, se descalifica, se insulta, se acusa y se degrada a partir de esas afirmaciones. Al fenómeno se lo denomina “postverdad” y revela una nueva forma de manipulación de la opinión pública. En diálogo con el programa A la Vuelta (Radio 2), la profesora Sandra Valdettaro, docente de la facultad de Comunicación Social (UNR) se refirió a la postverdad, un fenómeno de nuestro tiempo.

“Se la llama postverdad como parte de una moda de ponerle el prefijo post a un montón de cuestiones como el postcapitalismo, la postmodernidad o la postmasmediatización y está relacionada con la creciente influencia de las redes sociales. Empezó a circular a partir de la proliferación de noticias falsas vinculadas por internet que replican fuertemente en los medios masivos”, dice la especialista, y señala una especie de “sinestesia entre las redes y los medios que contribuyen a multiplicarlas”.

“Lo que entra en crisis –afirma– es el criterio de noticiabilidad y de control de la noticiabilidad con instituciones que tienen que ver más con los medios masivos de comunicación clásicos que con las redes, donde cualquiera publica cualquier cosa. Entonces, si lo que se publica tiene algo de verosimilitud, se replica y se pone en circulación como si fuera cierto”.

La clave no es “que sea cierto” sino “que se sienta cierto”

“El chusmerío y la paranoia que circulan por las redes es una ampliación del viejo cotilleo de barrio. No son cuestiones nuevas, pero a partir de las redes sociales generan un clima bastante perturbador, por su reproducción a escala. Aunque los hechos que se publican sean bastante efímeros y fugaces, pueden causar daño a instituciones a personas”.

El problema es que quienes reproducen esos posteos falsos suelen armarlos en base a un cúmulo de mentiras mechado con algunos pocos datos reales que hacen que “se sienta cierto”. Y en el otro extremo, el del receptor, muchas veces ni siquiera se plantea el interrogante sobre cuál es el grado de verdad de la publicación. Se copia y pega o se comparte, sin siquiera reflexionar. Con lo cual, la cadena de mentiras suma un nuevo eslabón.

En ese sentido, Valdettaro describe el ambiente de las redes sociales como “bastate tóxico” y señala que el fenómeno lleva a replantear las “leyes de verificación propias de la profesión periodística”, toda vez que los medios masivos de comunicación, especialmente la televisión (dada su masividad), reproducen el contenido de las publicaciones en las redes, ampliando nuevamente el escenario de incertidumbre en el receptor, sobre si es o no cierto lo que se está reproduciendo.

Los trolls y la replicación continua

“La lógica del rumor llevada a una exageración impresionante”. Con estos términos, la docente describe la forma en que estos contenidos falsos se producen y reproducen, aunque plantea dudas respecto de los “efectos reales” que puedan causar en quienes reciben esos mensajes.

“El principal tema es la relación actual muy de complicidad entre medios masivos y redes, en la que estas últimas se usan para todo tipo de operaciones distorsivas. Lo que no está tan claro aún es hasta qué punto esto replica en la vida cotidiana de los ciudadanos o es una especie de burbuja que circula por las redes y allí queda”, plantea la docente y advierte que “la gente no sabe bien qué hacer con todo ese material que recibe a diario”.

Estima que lo que circula en las redes “genera más un clima que un efecto directo” y pone como ejemplo las últimas movilizaciones, las consignas que se cantan en marchas y contramarchas, para entender la vinculación entre las redes, la calle y los medios masivos de comunicación.

Se instala el clima de la grieta y la gente empieza actuar en masa con la convicción de la grieta.

El usuario de las redes compra datos falsos como verdaderos porque todavía no hay mucho conocimiento de lo que los expertos definen como "curaduría algorítmica" en relación con los temas de la web. Uno escribe algo y la propia repetición algorítmica de ese enunciado o de un fragmento de discurso, por ejemplo, hace a su verosimilitud.

“En esa lógica de replicación continua trabajan los trolls. Como aún no estamos acostumbrados a dudar, a poner entre paréntesis o a ver un tono conspirativo en la repetición algorítmica, como sí lo hacemos con otras cuestiones, hay un clima propicio para la ambivalencia”, explica.

Las redes sociales también nos ofrecen un espacio para decir cada día qué pensamos y nos conminan a publicar en forma permanente. A partir de ese requerimiento y ante el dilema de la página en blanco, muchos usuarios echan mano al material que circula, sin demasiado filtro y sin medir las consecuencias, comparten, copian y pegan, sin más criterio que el de ser parte.