A menudo se sostiene que las desventajas sociales, culturales, económicas, geográficas, étnicas son la principal causa del bajo rendimiento académico de los alumnos. Sin embargo, en el año 2015, la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) elaboró un informe técnicamente fiable que ponía en cuestión la verdad incuestionable de estos aspectos y ofrecía claves para que los alumnos con determinadas desventajas, no quedaran rezagados.

Los alumnos académicamente resilientes son aquellos que tienen éxito académico, a pesar de proceder de entornos socioeconómicamente desfavorecidos que generalmente han vaticinado peores resultados educativos. Estos alumnos constituyen un importante grupo a estudiar, pues si los responsables políticos y los docentes en los centros, pueden comprender qué factores han contribuido a su éxito contra todo pronóstico, entonces estarán en mejores condiciones de ayudar a alumnos en similares circunstancias a mejorar su rendimiento académico. Elevar el rendimiento de los alumnos socioeconómicamente desfavorecidos es beneficioso tanto para ellos como para la equidad del sistema en general, considerando que la cohesión social es un objetivo estratégico de cualquier sistema educativo.

Una de las conclusiones a las que arribó el estudio es que los entornos de elevado rendimiento académico parecen favorecer la resiliencia académica entre los alumnos desfavorecidos. Es decir, normalmente, el porcentaje de alumnos académicamente resilientes es mayor en los sistemas educativos con un porcentaje más bajo de alumnos desfavorecidos y en aquellos sistemas de alto rendimiento en general. Es decir, que la calidad del sistema llama a la equidad. No puede haber equidad por lo tanto, sin alto rendimiento.

Otro de los puntos que destaca la investigación es que las altas aspiraciones académicas de los estudiantes parecen ser el indicador más fuerte y consistente de resiliencia académica. Fortalecer la creencia en las propias posibilidades y vincular una alta formación con la posibilidad de prosperar en la vida, son esenciales para potenciar la resilencia académica. Dice el estudio: “En 20 sistemas educativos, la probabilidad de ser académicamente resiliente es, al menos, un 78 por ciento mayor para los alumnos desfavorecidos que desean obtener un máster o doctorado que para quienes no aspiran a tener estudios universitarios”

Los factores relativos al centro, aunque no son tan consistentes a la hora de predecir la resiliencia académica como los relativos al alumno, también guardan relación con esta. El profesorado debe mantener actitudes positivas hacia la capacidad de aprendizaje de los alumnos.

En conclusión, los entornos de alto rendimiento académico parecen favorecer, con carácter general, la resiliencia entre los alumnos con desventajas. Asimismo, el índice de resiliencia es mayor en sistemas con menor porcentaje de alumnos desfavorecidos, por lo que el equlibrio y la dispersión equitativa en su escolarización dentro de zonas, centros y aulas, es básico para un adecuado tratamiento de la diversidad que haga viable y compatible el binomio calidad-equidad, como principio básico del sistema.

Por otra parte, uno de los indicadores más consistentes de resiliencia académica son las altas aspiraciones de los estudiantes. Se identifican, además, factores relativos al centro que, aunque no son tan sólidos para anticipar la resiliencia como los de los alumnos, sí guardan alguna relación con ella. Entre estos, figuran las altas expectativas del profesorado con respecto al rendimiento de los alumnos, con lo que se confirma el efecto de las profecías autocumplidas. Esto es, las proyeciones apriorísticas de un profesor sobre las capacidades y límites de los alumnos no sólo determinan las interacciones docentes sino, asimismo, la estimulación o la desmotivación del alumnado. La autocompetencia percibida por el alumno es vital para el desarrollo de sus capacidades y competencias. La autoestima se retroalimenta así misma. Otro factor del centro tiene asimismo que ver con el énfasis general que se pone en el éxito académico, situado como objetivo preferente. Es decir, metas claras y conocidas ya que ningún viento es favorable para el que no sabe adónde va.