Este miércoles no fue un día más en la vida de dos padres rosarinos cuyas hijas habían sido apropiadas por parte de sus respectivas ex esposas. Luego de una larga cadena de medidas judiciales, oficios, exhortos y órdenes incumplidas, finalmente Luciana, de 7 años, y Carolina, de 10 volvieron a vivir con sus padres, Juan Pablo y Sandro, quienes más allá de las particularidades de cada caso, compartieron el mismo dolor de no poder ver a sus hijas y la misma lucha para lograr la restitución.

De Cali a Rosario

“Luciana está contenta. La veo mucho mejor de lo que esperaba, porque hay que pensar que hace más de dos años y medio que no compartíamos nada”, dice entusiasmado Juan Pablo Chacra, en diálogo con Rosario3.com, y remarca la necesidad de recomponer el vínculo interrumpido por la apropiación que Catalina Navarro, concretó sobre la hija de ambos, para evitar que la pequeña volviera a vivir a la ciudad donde había nacido.

Hace menos de 24 horas que padre e hija arribaron procedentes de Cali, Colombia, tras ejecutarse la orden judicial de restitución de la niña a su padre, luego de tediosos trámites, que demoraron demasiado el cumplimiento de la sentencia favorable a su reclamo.

Hoy, padre e hija comenzaron a desandar recuerdos que ayuden a Luciana a reconstruir su identidad y sus relaciones familiares y de amistad, en la ciudad donde transcurrieron sus primeros cuatro años de vida. “Pasamos por Oroño, por su colegio (Maristas) y empezó a reconocer algunos lugares. Se va acordando despacito de algunas cosas. Durmió muy bien su primera noche en Rosario y ahora estamos almorzando con los abuelos”, cuenta Juan Pablo, este padre que devino, sin quererlo, especialista en derecho de familia y procedimientos judiciales.

De ahora en adelante, cada día implicará una misión distinta: reinsertar a Luciana en el colegio (hace un año que no cursaba), restablecer el vínculo con sus compañeros, la relación con sus primos, buscar el acompañamiento de una psicopedagoga, mantener el contacto con su madre. “Todo lo necesario para hacer que Luciana sea una nena feliz en esta nueva etapa”, dice Juan Pablo.

De Catamarca a Rosario

La otra historia con final feliz en la que también habrá que reconstruir relaciones y vínculos cortados por disputas judiciales y órdenes incumplidas, es la de Carolina, de 10 años, nacida en Catamarca, y su papá Sandro Garrido, rosarino.

En julio pasado, la madre de la niña, separada de Sandro, la llevó a esa provincia, para visitar a la familia materna. Pero una vez allí, la ocultó y no la devolvió a Rosario.

Gracias al accionar de abogados que no cesaron en el reclamo de restitución, y de jueces que ordenaron medidas a tiempo, este miércoles la pequeña se reencontró con su padre y retomó el contacto con sus vínculos en Rosario.

“Caro está bien, eufórica. En Tribunales quería hablar con los medios de comunicación y se entusiasmaba con salir por la tele. Anoche se quiso quedar a dormir con su prima Abril, mi hija, y estuvieron como hasta las dos de la mañana charlando en la habitación”, contó a este medio, Mónica Horvath, tía de la niña.

“Hoy volvió a su escuela –la Nº 115, Provincia de Salta– y los compañeritos la recibieron con una fiesta de bienvenida. De a poco irá regresando al club y retomando el vínculo con sus primas hermanas. Tiene cuatro de la misma edad”, dijo Mónica, quien colabora con su hermano para facilitar la adaptación de Carolina a la ciudad y recomponer las relaciones familiares.

En 1990, el Congreso de la Nación Argentina ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño y la Asamblea Constituyente la incorporó al artículo 75 de la Constitución de la Nación Argentina, en 1994.

Entre los derechos allí mencionados, se incluye el de no ser separado de sus padres, excepto por el interés superior del niño y el de mantener relaciones personales directas con ambos padres aún cuando ellos residan en Estados diferentes.

Frente a esos principios inalienables, no hay disputa familiar que valga. Luciana y Carolina lo saben muy bien.