“Lo que pasó con el teatro en el Siglo de Oro español es comparable a lo que ocurre hoy con las plataformas (de streaming). Era un teatro riquísimo y vastísimo en el que cada quince días cambiaba el repertorio. Había una avidez por el teatro que era increíble”, indica Patricia Suárez a Rosario3.

La dramaturga y narradora presenta este sábado y domingo en el teatro La Comedia la obra El escorpión, un drama rural ambientado en la “pampa gringa” de la década del ‘40 que integra la trilogía iniciada por La tarántula y que culmina con Natalina.

La autora de la (también) trilogía Las Polacas es el centro de un homenaje organizado por el Centro Cultural Parque de España (CCPE) y la Municipalidad de Rosario. En ese marco es que además de las funciones de dos de sus obras –La dificultad abrió el ciclo Derivas teatrales. Antologías de la escena rosarina el último sábado– la narradora dictará junto a Rocío Muñoz Vergara un taller sobre teatro y escritura en la España del plazo comprendido entre los siglos XVI y XVII.

Una historia de familia


El escorpión narra "el juicio" que impulsan dos hermanas contra el hermano luego de que el padre le testara en vida una tierra en parte de pago por su trabajo. Esa situación aviva la queja de las mujeres que consideran la acción como “injusta”.

"Esta obra surge de una historia que me contó mi abuela. Ni siquiera sé si era justo o no su reclamo pero sí es como ella lo contaba”, señala Suárez. La dramaturga añade que entre los motivos que la llevaron a escribir la trilogía está la necesidad de “narrar esos relatos porque sino, quién lo va a hacer”.

“Me refiero a las historias familiares, las que los trajeron a la Argentina. Mi manera de contarlo es a través del teatro. Honrar la memoria y el lugar de donde es uno. Esta es una historia que transcurre en los alrededores de Rosario”, abunda.

En El escorpión, Suárez se sube al escenario para encarnar a su abuela. Para ella representa "un desafío" que resuelve con humor: “Yo tengo un carácter de mil demonios y ella era una santa”.

Para la entrevistada, e. homenaje rosarino a su trabajo es “algo soñado”: "Lo vivo como algo increíble. Es como que no caigo. Y creo que es mejor así (risas). Si hay algo que uno desea es ser querido y reconocido por los propios”.

Con dirección y puesta en escena de Claudio Aprile, el elenco está integrado por Alejandro Viola, Marisa Costas y la propia Suárez.

La obra se presenta este sábado a las 21 y el domingo, a las 20, en el teatro La Comedia (Mitre y cortada Ricardone). Las entradas están a la venta a través del sistema 1000 tickets y en la boletería de la sala.

Lope de Vega y "sobrevivir al bicho"


—¿Cómo influye en tu escritura el Siglo de Oro y de qué manera se lo puede pensar desde el presente?
—Me parece que es importante, aunque es un teatro que casi no se representa en la Argentina. Acá intuyo para mi coleto que es porque el verso da mucho trabajo de interpretar y es más “exterior” que, por ejemplo, un texto de Tennessee Williams o pensar en la “memoria emotiva” y el método Strasberg. No sé, ponerle “memoria emotiva” a Fuente Ovejuna podría llevar seis horas de representación. Pero se trata de un teatro vastísimo y riquísimo que se montaba en los corrales (plazas secas) comparable a lo que ocurre hoy con las plataformas: cada quince días cambiaba el repertorio con una nueva obra. Había una avidez por el teatro que era increíble. Además, vale la pena conocerlo porque es el momento en el que, con Cervantes, se consolida nuestro castellano. 

—Con mirada muy optimista, ¿qué ves como "positivo" de la pandemia?
—Creo que la pandemia fue un desastre para todos. Viví el primer mes como una fiesta, como unas vacaciones. Venía con un año cargadísimo, tenía ofertas de viajar… Después, empecé a trabajar, a dar clases por zoom con muchísimos alumnos que estaban ansiosos por escribir y solidificar un proyecto. Y si bien los resultados existieron, no sé si fueron los mejores porque que en la ansiedad que nos movía, en esa energía, había algo lógico que era la necesidad de sobrevivir al virus. Por otro lado también estaba la necesidad de dejar algo, de aprender. Pero lo hicimos con una angurria, con una angustia. Yo tomé un curso de arte y si vos ahora me preguntás algo sobre Rembrandt, no sé si sé algo. 

—¿Y si tuvieras que pensar en algo bueno, más allá de que nunca una peste lo es?
—Lo bueno que nos dejó es la posibilidad de comunicarnos a través de la pantalla con personas que viven en lugares lejanos. Tuve alumnos en Perú, participé de la Feria del Libro en Colombia; todo a través de zoom. Y también igualó las producciones. Consumimos plataformas a morir y Hollywood bajó unos cuantos peldaños en la jerarquía. Es lo que pasa con el cine coreano, por ejemplo. Hoy ves una producción coreana que no sabés quiénes son pero quizás te gusta más que una protagonizada por Tom Hanks. También democratizó el arte en algún punto: el teatro que hace una persona en un pueblo de Santiago del Estero puede ser tan bueno como aquel que te dice que «si está en el San Martín de Buenos Aires, es el mejor teatro».