En el bar Los Clásicos, ubicado en la mítica esquina de Génova y Cordiviola, en el corazón del parque Independencia, se juntan casi periódicamente el Tata Palma y el Negro Martino, extremos medianamente convencionales de una pasión incontrolable e incomparable. Ellos hacen y deshacen a su antojo en una de las mesas para cuatro de un bar fundado en 1939. Imaginan resultados, los corrigen, los adaptan a sus necesidades y siempre salen ganando, los dos.

—Che leproso, ¿cómo van a hacer para ganarnos? ¿Se te ocurrió algo? Ya sé, ahora entiendo, cancelaste el banderazo. Por eso los muchachos se fueron ayer, para evitarlo. ¿Recién ahora se dieron cuenta que es mufa?

—Callate canallón, si no le hacés un gol a nadie. Le tirás al arco iris y le pegás a los colores. Vos te fuiste hoy porque el Patón quería visitar un par de iglesias antes de viajar para ver si puede ganar un clásico… Jajaja.

—Qué moral, eh. ¿Te acordás cuando fue la última vez que ganaste un clásico? Buscá, buscá, seguí buscando. Están enojados con Loustau porque los tres clásicos que dirigió los ganamos nosotros… Y si ustedes no ganan nunca, uno de trece llevan.

—Me acuerdo mucho qué pasó la única vez que definimos una eliminatoria en Buenos Aires: 1 a 1 en Vélez y 5 a 3 en Ferro. ¿Vos te acordás?

—Uhhhh, qué olor a naftalina, una antigüedad…

—Tenés olfato selectivo, nadie conoce la naftalina más que vos… Treinta y un años, mamita.

—Veintitrés.

—¿Contás la Conogol?, no existe.

—Tus títulos internacionales no existen, pecho frío.

—Pará, sin aliento, pará, no nos pongamos termos que no es la nuestra. No nos vamos a pelear después de tantos años de amistad por un clásico piojoso.

—Tenés razón, no vale la pena, pero te quiero ganar.

—Yo también te quiero ganar… Como pasa siempre en realidad, jajaja…

—“Jajaja, qué risa que me da, jajaja qué risa que me da, el Gigante de Arroyito pa’ jugar con Arsenal”... ¿Te acordás cuando te cantábamos esa, canallón?

—Para nada. Qué entusiastas los muchachos del Parque che, tremendo ese cantito. Furioso… Jajaja.

—Eran otros tiempos… Arsenal era del ascenso y resulta que ahora tiene hasta una Copa Sudamericana… Algo mal habremos hecho vos y yo.

—Qué fea esa frase…

—Horrible, pero en nuestro caso se aplica perfecto… Que Arsenal haya ganado más torneos que nosotros dos juntos en este siglo es patético. Más vale sigámosle echando la culpa a Grondona.

—Che, mejor mañana no nos veamos, para preservar la amistad, ¿viste? Pero el viernes te espero acá, salga como salga.

—Dale, cero abandono, de ninguno de los dos.

—Nos vemos el viernes...

En el bar Los Clásicos, ubicado en la mítica esquina de Génova y Cordiviola, en el corazón del parque Independencia, se juntan casi periódicamente el Tata Palma y el Negro Martino, extremos medianamente convencionales de una pasión incontrolable e incomparable. Ellos hacen y deshacen a su antojo en una de las mesas para cuatro de un bar fundado en 1939. Imaginan resultados, los corrigen, los adaptan a sus necesidades y siempre salen ganando, los dos.

Que así sea, ya perdieron bastante...