En la primera presentación de local, Newell's había mostrado una imagen diferente. Javier Sanguinetti había planeado un buen partido frente a un equipo como el de Beccacece, que sabe y mucho tácticamente, y por eso era doble mérito el del conductor leproso. Supo plantear un esquema agresivo en las marcas, asfixiante por momentos y que dio sus frutos en ofensiva.

Ya la segunda aparición contra Argentinos, pareció que el equipo se había olvidado de lo realizado una semana antes y fue goleada en contra. Ahora, ante River, el último campeón en el Coloso, mostró en los primeros 45 minutos algo similar a lo que se observó ante Defensa: presión extrema, incomodidad para los volantes y delanteros del millonario que no podían encontrarle la vuelta a lo que proponía el dueño de casa.

Pablo Perez se hacía respetar, Julian Fernandez mordía por todos los sectores, colaboraban Garro, García y hasta Panchito Gonzalez. Todos entendieron que sin sacrificio, contra un equipo tan complejo, que tiene tantas individualidades de jerarquía, iba a resultar difícil sumar.

Pero River es River y, evidentemente, Newell's volvió a ser el mismo Newell's que el del año pasado, el que le costó muchísimo todo, el que se quedaba sin ideas.

Sanguinetti hizo un planteo para trabar el partido, no dejó jugar al Millonario, preparó un trámite rústico, para destruir el juego del rival, pero se olvidó de una propuesta propia sobre como atacar. No mostró en ningún pasaje del encuentro ideas para crear, si las tenía no las aplicó.

Este tipo de propuestas se desmorona cuando se cometen errores reiterados y fue lo que le ocurrió a la Lepra. Gallardo evidentemente tenía estudiado a Arboleda, porque mandó a presionarlo en cada salida y el arquero siempre tuvo dificultades para poder jugar con los pies.

Fue así que a los 26 minutos Juan Fernando Quintero capitalizó una mala maniobra del golero y puso el uno a cero. Y a los 30 fue Robert Rojas quien mostró que el arquero, que fue pedido expresamente por el DT, no tuvo una noche para recordar. Lo bueno del caso es que algo peor que esta noche seguramente no tendrá.

En sólo tres fechas, Sanguinetti quedó en el ojo de la tormenta o, al menos, bajo la atenta mirada de los hinchas, que a esta altura no tienen mucha paciencia. Después de este partido, todo entró en un manto de dudas, aunque es verdad, esto recién empieza.

La próxima parada de Javier Sanguinetti será en Córdoba, ante Talleres. Y si no cambia sus formas, si no le agrega a la presión y la marca el desafío de atacar el arco rival, se le va a complicar con la gente. La respuesta la tiene quien vino a mostrar otra cara de equipo y solo lo logró en la primera fecha. Nada más.