Una de las primeras frases de la biblia señala que “El Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas”, y una oración agrega:”…para que ya, desde entonces, tuvieran el poder de comunicar vida”. El aire, soplo, aleteo, oxígeno y el agua, también grávida de oxígeno, son los mayores Bienes que originan y sostienen toda forma de vida, desde el comienzo y hasta el final.

Nuestro Planeta, poblado en su mayor parte por agua, tanto que algunos indican que debería llamarse Agua, vive y desarrolla todas sus posibilidades a partir de estos tesoros irreemplazables. Y todos los que habitamos esta casa común también tenemos en común la necesidad vital del agua, que nos constituye físicamente y nos abastece en abundancia, para poder ser también actores de la continuidad de la vida.

Los fenómenos climáticos que se presentan en el escenario del agua, por exceso o carencia, son un mensaje claro de respuesta a todos los atropellos. Por eso ya no es necesario que Dios “mande” un diluvio, nosotros podemos hacerlo a la perfección sin la ayuda divina.

“Capaces de lo peor y de lo mejor”, los seres humanos estamos convocados por esos mensajes contundentes a revertir proyectos, planes y tratamiento cotidiano.

En lo estructural tenemos que reclamar leyes y políticas públicas de protección de lo que mal se llama “recurso natural” y debería considerarse claramente como “bien común”. En lo social se trata de impedir que se naturalicen los abusos.

Y, en lo personal, tendremos que estar más atentos para aplicar responsabilidad y cuidado en cada movimiento y mecanismo cotidiano. Se trata de observar cada conducto en el hogar y en los lugares que frecuentamos para implementar el uso cuidadoso y prudencial. Conscientes de que cuidar el agua es cuidar la vida.