Pasó la primera prueba y la pregunta que se desprende es para que están Newells y Central. Suponíamos que la Lepra estaría en proceso de reconstrucción y sorprendió positivamente. Imaginábamos al Canalla mejorado y la realidad nos devolvió una cara similar a la del semestre anterior. Nada es definitivo ni condenatoria. El futbol argentino es impredecible, caótico, cambiante y se burla de los sentenciosos.

Todos los hinchas, de cualquier club en Argentina, creen que su equipo tiene chances de salir campeón si se los consulta en el inicio de cada torneo. Es un hecho que no ocurre en todos lados. A ningún hincha del Granada se le ocurre pensar que le robará el título al Madrid o al Barça. Ningún fanático de Sassuolo piensa que podrá superar a Juventus o los milaneses a lo largo de la temporada. Los argentinos creen que si, pueden. No importa la conformación del equipo ni cuánto se hayan quejado durante el magro mercado de pases.

Los jugadores son un poco más conservadores al respecto. No porque no lo crean, sino por una cuestión de cábala. Sin embargo, Gaspar Servio se animó a declarar al llegar a la ciudad: "El objetivo principal de Rosario Central es salir campeón". En Newell's nadie fue tan tajante, pero cuando se habla de "dejar una huella" en el club se infiere que se habla de lo mismo.

Hay quienes sostienen que plantearse (sin evaluar el contexto) ese objetivo poco probable es el germen de las frustraciones, insultos y agresiones con los que convivimos a diario. Las espectativas por las nubes y ante el primer traspié, la bronca. La lógica mandaría a repensar y trazar un nuevo objetivo realizable.  Pero no. Es a todo o nada. Si en los mas de 130 torneos que se jugaron desde el inicio del profesionalismo (1930) un equipo ganó 1, 2,5 o 6 o ninguno, por qué estaría obligado cada vez que inicia un certamen a ser campeón. Esa pregunta no exige una respuesta razonable. Es todo o el cadalso.

También están quienes sostienen que el objetivo siempre tiene que ser el de máxima. Fracasar es ni siquiera intentarlo, descartarlo antes de empezar. Y plantean que ese pensamiento audaz es el hace competitivo al fútbol argentino. El mismo Luis Scola, emblema del básquet argentino, contó con qué cara lo miraron sus compañeros cuando antes del inicio del último Mundial (el primero post Generación Dorada) les dijo que iba por la final. Más tarde, explicó que si él se trazaba una meta inferior, ese sería el objetivo de máxima: "Es como un limite que se pone la cabeza".

Volviendo al fútbol argentino, la paridad, hija de la pobreza de recursos, hace que cada vez sea más pareja la lucha si obviamos a los dos con mayor poderío económico del país. Y cuando esos poderosos están ocupados en otra cosa, el torneo está para cualquiera. Para cualquiera que haga las  cosas bien. Así se coronaron Colón, Lanús y Racing en el último tiempo. Más lejos, Newells, Arsenal, Banfield o Estudiantes.

Será por todo eso que, a pesar de haber visto hasta hoy a más de la mitad de los 28 equipos del nuevo torneo, es difícil asegurar cuál será el lugar de los rosarinos allá por finales de mayo. Además, el certamen tiene otros matices respecto de los tradicionales: la chance de clasificar entre los primeros cuatro de cada zona y la etapa posterior de eliminación directa. Lo que queda claro es que la exigencia desde lo externo será máxima. Como es costumbre en este suelo.

Las incorporaciones no invitan a ser optimistas. Las canteras de los clubes no pasan ni por asomo por un momento de esplendor. Las estructuras institucionales lejos están de ofrecer garantías. Entonces, de donde viene esa ilusión. Por qué, de cualquier manera, todo parece posible.

Seguramente, sin decirlo, el objetivo real de ambos sea acceder a la etapa de eliminación directa. Y si algo viene después, será un regalo. De todos modos, ya lo dice el saber popular: "A caballo regalado no se le miran los dientes". Aunque, lo más probable es que si alguno llega a esa instancia no habrá sido porque alguien les regaló el acceso.

Lo más habitual en el básquet, el tenis, el vóley y la mayoría de las disciplinas que conocemos en occidente es que a la larga gana el mejor. El futbol es el deporte más ilógico de todos. Tal vez en ese punto se apoye el factor irracional que alimenta tanta locura.