Cada vez que alguna magnífica jugada de Messi vuelve a reproducirse en nuestras pantallas, podríamos ponerle atención a qué sucedió segundos antes de ese gol o movimiento. La ecuación no falla y confirmará el argumento. Nadie, ni siquiera Messi, puede ganar sólo. Puede beneficiar demasiado a su equipo de turno (que casi siempre gana con goles realizados por él y hasta si su equipo juega al contraataque), pero nunca olvida que es un juego colectivo.

Los noticieros deportivos empaquetan sus goles en pequeños fragmentos pero se olvidan de exhibir lo que permitió que Messi esté ahí cerca del área rival próximo a realizar una jugada imposible. Lo podemos explicar mejor con otro gol de Messi. Todos nos quedamos con la caída de Boateng y la individualidad del rosarino, pero si retrocedemos la jugada nunca hubiera llegado justo ahi si Rakitic hubiera tenido la pausa necesario, el control, para dormir y despertar la jugada con sus movimientos. Volvemos a citar al entrenador Oscar Cano con esta frase: "Estamos invitando a los más pequeños a desear todo cuanto no se puede compartir, a competir no sólo contra los adversarios, sino ante los propios compañeros. Este tipo de laureles atentan contra los valores esenciales del deporte".

En el mismo partido, Messi llega a otro gol gracias a una presión sobre el inicio rival de su equipo. Nunca hubiera pasado lo que pasó sin el robo del lateral derecho y sin el planteo del equipo y el convencimiento de intentar robar la pelota en la salida del Bayern Munich. La constante fragmentación de jugadas, atenta con la visión del fútbol. Ya no se ve el fútbol, sólo se ven pequeñas jugadas extraídas. Así, es difícil poder ver de manera integral el juego y menos de intentar comprender su incertidumbre. Los segundos previos al segundo gol del Barcelona en Munich, que dejó la semifinal sentenciada a favor del equipo liderado por Messi, lo muestra en otra faceta. Ganó un duelo aéreo como un 9 clásico.

Los tres videos demuestran que uno sólo no es nada en un contexto colectivo. Ganar es más fácil con Messi pero será aún más posible si todo el sistema lo ayuda a ser mejor.

Su equipo enfrentó al Bayern Munich dirigido por Guardiola, otro que inunda pantallas y al que ahora le dedican varios libros. Desde su época de jugador, Guardiola sabía que de convertirse en entrenador de perder, perdería con ideas que siente como propias. "Un equipo grande tiene que caer así, tiene que perder así", dijo en la conferencia posterior a la eliminación en semifinales.

Había que esperar algunas derrotas para que las críticas crezcan y para que algunos entrenadores y periodistas que lo aplaudían con la copa en sus manos, ahora presten atención a frases como: "La única manera de ganar y de defender es sacarle la pelota al rival. La otra manera es adaptarse al rival. Yo no me voy a adaptar a los contrarios", dijo en relación a la organización defensiva de sus equipos, perfil contrario a la mayoría de equipos del fútbol argentino.

Frente el Barcelona, en al Camp Nou y con varios lesionados en se equipo, eligió quedar mano a mano frente a Messi, Suárez y Neymar, colocar cuatro hombres en el centro del campo con dos extremos acompañados con un centrodelantero.

Quizás fuera ridiculizado si en lugar de haber dirigido al Barcelona, le daban al Girona, al Brescia, a una joven selección holandesa o a Atlético Rafaela como su primer equipo. Seguirá siendo referencia para varios entrenadores seguramente por la manera en que caerán sus equipos. Elegir un modo de hacer las cosas, adaptarse a los jugadores que tiene uno en el plantel, a la competencia, pero tener claro que para convencer a una organización se necesita del convencimiento propio hacia un cúmulo de conceptos y sentimientos. Antes de repasar victorias o derrotas, habría que ponerle atención a los ejes que determinaron las mismas. Para ganar, ganar colectivamente. Para perder, perder así.