“Si un hincha muestra la bandera del orgullo y yo se la saco, no es porque realmente quiera o porque quiera insultarlo, sino para protegerlo. Porque si no soy yo alguien más que esté cerca puede atacarlo. No puedo garantizar el comportamiento de todos y le diría: «Por favor, no hay necesidad de mostrar esa bandera en este momento»”.

El concepto, deplorable, corresponde a Abdulaziz Abdullah al-Ansari, el Jefe de Seguridad del Mundial de Qatar.

El mundo occidental discute acaloradamente desde hace bastante tiempo las costumbres y la cultura del país organizador de la Copa del Mundo que verdaderamente parece haberse quedado en la Edad de Piedra.

En los últimos días, el instituto demoscópico YouGov hizo una encuesta en Alemania, uno de los países más futboleros del mundo, y el 48% de la población opinó que la selección tetracampeona del mundo no debería presentarse a disputar el Mundial.

Nasser Al-Khater es el presidente del comité de organización del Mundial y sus declaraciones, que ya tienen un tiempo y ni siquiera fueron morigeradas un ápice, profundizan las diferencias entre la razón y la intolerancia.

“Las demostraciones públicas de afecto están mal vistas y esto se aplica a todos. Qatar y los países vecinos son mucho más conservadores y pedimos a los aficionados que respeten. Estamos seguros de que lo harán. Así como nosotros respetamos las diferentes culturas, esperamos que la nuestra también lo sea. Los miembros de la comunidad LGBTIQ+ vendrán a Qatar como aficionados y asistentes a un torneo de fútbol y podrán hacer lo que haría cualquier otro ser humano”. 

Terrible. De la Era Precámbrica.

En Alemania, la encuesta mencionada marca que sólo el 28% de la población quiere que su selección participe en Qatar.

La historia no termina ahí. Como en todos los mundiales, pero en este caso mucho más, las condiciones laborales de los operarios que trabajaron y trabajan en la construcción de los estadios, están en el ojo de la tormenta. Aunque, como siempre sucede, es casi nada lo que se hace para evitarlo.

Aseguran que miles de obreros murieron en la construcción de los estadios en Qatar

“Todos los días, los trabajadores de todo el país están a merced de personas sin escrúpulos. Empleadores que orquestan el robo de salarios, condiciones de trabajo inseguras y, a veces, barreras insuperables para la transición laboral. Los empleadores pueden explotar a sus trabajadores con impunidad”, denunció Katja Müller-Fahlbusch, experta en Oriente Medio de Amnistía Internacional.

“Hubo mejoras reales para casi el dos por ciento de los trabajadores en obras de construcción del Mundial. Para el 98 por ciento restante, la situación es mucho peor, porque no se está observando su situación de cerca”, sostiene.

“Siempre hemos creído que la Copa del Mundo puede dejar un legado social significativo, especialmente en lo que respecta a los derechos de los trabajadores”, asegura, sin ponerse colorada, Fatma Al Nuaimi, directora del Comité Organizador de la Copa del Mundo.

Por supuesto, nada más alejado de la realidad.

Se habla de miles de obreros fallecidos en condiciones inhumanas de trabajo bajo el intenso calor qatarí.

Es una historia repetida, pero de grandes dimensiones comparada con otras copas del mundo de los últimos tiempos.

En Brasil 2014 las denuncias de precarización laboral y ausencia de derechos humanos se reprodujeron por decenas. Y en Rusia 2018 también. Y seguramente pasará lo mismo cuando se empiece a husmear en las tareas de construcción, reparación y actualización de los escenarios para Estados Unidos-México-Canadá 2026.

Por supuesto, a la FIFA nada de esto le interesa. Nada ni nadie detiene el negocio. Y seguirá siendo así.