Amanece el domingo. Una ráfaga de tiros rebotan entre el sonido de los pájaros de la mañana. El barrio, donde todas las mañanas son mañanas de domingo, muestra la banda de sonido de una guerra sin fin. Anoche la música se repitió en una estación de servicio donde balearon a un abogado que manejaba un Mercedes, o minutos después en un restó de Pichincha , la noche anterior en los suburbios del oeste y así en cada rincón de la ciudad donde el diablo carga sus armas. El mate, las tostadas, el ordenador esperando el texto y la voz de Lito Nebbia diciendo que "a pesar de tanta pena y tanta herida solo se trata de vivir".

La última semana devela claves de lo que vendrá. Entre tiros, atentados, sicarios y la lengua violenta, útil dialecto con el que habla la narcociudad, el gobernador Omar Perotti ya busca el reemplazante de Marcelo Saín para reconstruir las partes deshilachadas de soluciones que ya no solucionan: “Es muy fácil pudrir la calle, tres motitos, zonas liberadas y armas cargadas alcanzan para hacer temblar las piernas de hasta los más bravos”, deslizó un funcionario de confianza de Perotti.

Llamó la atención la ausencia física de Saín en la explosiva última semana. Enojado y deprimido, el Ministro ya se mostraba desganado, sin convicción, muy delgado, con los golpes de los acontecimiento demacrando su gestualidad en la función. Saín se siente traicionado por los suyos, los compañeros del peronismo santafesino. La desilusión de no haber podido construir una estructura de confianza. Los audios donde en diálogos privados con su tropa policial y política le prendieron fuego a su plan construido en años de teoría anticriminal. Una tontera a lo Capone. Una pequeña excusa para implosionarlo.

La idea del Ministro, ya comunicada hace semanas al gobernador, es volver a casa o dicho de otra manera: no regresar a Santa Fe, quedarse en Buenos Aires desde donde fue impulsado como hombre fuerte de Perotti por el propio Alberto Fernández.



El pedido de juicio político al funcionario, sus peleas con el ex ministro Pullaro, la condena del comisario que administraba negocios narcos en tiempos de gobierno del Frente Progresista. Un coctel ruin. El negocio de la droga vivito y coleando derramando guita en bolsillos de todas la gama de tela. Y nadie pudiendo desenredar nada.

“Lo metimos por impulso de Alberto, lo sacamos con impulso de Alberto”, dicen en Casa Gris. Y eso se determinó esta semana. En rápida jugada de los opositores se reflotó un audio privado de Saín a una persona al que el ministro apodaba “Negro”. “Deci que Dios atiende en Buenos Aires, sino seriamos Uganda”, decía locuaz Saín hace 14 meses atrás. El lunes pasado mientras se promocionaba la reunión en Rosario del presidente y 11 ministros con una agenda cargada de “buenas noticias”, los medios, el microclima político, la tropa desalineada de la policía y el establishment “chismoso” de Santa Fe, viralizaba el pensamiento duro y real de un ministro que nunca pudo cerrar la boca. En un año electoral donde el oficialismo necesita sumar presencias legislativas, el ministro es una piedra en los zapatos del marketing político.

¿Quien reemplaza su conducción? El cargo operativo dependerá de Germán Montenegro, actual secretario de Seguridad Pública, un académico notable muy cercano a Saín. Por sobre él se buscará un funcionario de la política. Los distintos sectores del Peronismo de Santa Fe sugieren a Alejandro Rossi o Gustavo Peters aunque el gobernador insiste en mantener la firma del bonaerense Saín hasta que Montenegro esté listo en asumir el ministerio.



¿Quién tiene hoy el poder del cese del fuego? ¿Quién tiene el barro, el estómago y los contactos de atravesar las calles ordenando que los “rústicos” del narcotráfico no tiren? Los últimos episodios delictivos muestras que las armas son herramientas indispensables en toda discusión: “Drogón pagá lo que debes”, gritaron en Gaboto al 2300 antes de vaciar un cargador, recoger las vainas y seguir tranquilamente viaje un viernes a las nueve de la noche. “Cualquier gil tiene armas cargadas”, dijo esta semana un hombre autoapodado Elefante Blanco en la puerta de la radio. Un ex pesado viviendo en un barrio duro que debe hacerle “milanesas” a los narcos para evitar que le intrusen su vivienda.

Después de los violentos episodios de este fin de semana el clima se autodefine potente: en Rosario es una mezcla de calles recreativas y sonrientes, recitales y vacunas en tiempos covid y las bandas narcos disputando territorio en los márgenes de sus calles con crímenes que no le duelen a nadie. Ni siquiera a sus víctimas. Un fuego sin apagar.