“La primera hipótesis que podríamos hacer es recorrer el camino que se ha venido haciendo en estos dos últimos meses, por indicación del Ministerio de Salud de la Nación: restricciones hacia fines de mayo y gran parte de todo el mes de junio, cerrándose los cerrojos, la sociedad, con la conciencia colectiva que le quedaba, tomó el dato y el cumplimiento fue más o menos parcial, no tan estricto como durante la primera ola”, responde al interrogante a Rosario3.com.

¿Qué pudieron observar?

Que bajaron los contagios. Pero, a la vez, hemos observado que el grupo etario más representativo que estaba en las salas de internación y en terapia intensiva, ya no eran las personas de 70 a 90 años como había ocurrido durante la primera ola, sino, las salas se poblaban con personas de 40 a 60 años.

¿Qué nos decía el virus?

Tal vez que no estaba respetando edad, ni comorbilidades. Ya no eran personas con Insuficiencia Cardíaca, con Asma Bronquial, con EPOC. Eran personas jóvenes y, quizás, la comorbilidad que destacaban era la obesidad; que era el producto del aumento de la quietud a la que nos sumían las restricciones que imposibilitaban la actividad física, y por el mayor consumo de alimentos y de alcohol como respuesta al aislamiento.

¿Cuál pasó a ser el perfil del paciente internado?

Nos comenzamos a enfrentar a un paciente internado más joven, a veces, sin comorbilidad; o, a lo sumo, con obesidad y diabetes. Se trataba de un paciente más resistente que se quedaba más días en sala general y/o en cuidados intensivos, con un promedio de 20 a 40 días de internación. Ahora vemos que la curva de contagios comienza a bajar, pero la mortalidad sigue con el ritmo anterior de antes de la restricción. La semana pasada observamos que en un solo día hubo una crisis de mortalidad. Debemos, no obstante tener en cuenta la cuestión meramente estadística y burocrática, informada en un día.

¿Qué vinculación podemos encontrar entre este análisis y el ritmo de vacunación y su alcance a personas menores de 60 años?

Con las vacunas empezamos de arriba para abajo: 90, 80, 70. Y, a partir de 60, se comenzó a tener en cuenta la enfermedad asociada: primero las personas con enfermedades cardíacas, luego los que padecen enfermedades respiratorias; los pacientes con enfermedades metabólicas, sobre todo, obesidad y diabetes. Luego se sigue con menores de 50 sin comorbilidades. Y, hoy, la línea está pensaba en llegar con la vacuna a mayores de 18 años; e, incluso, incorporar vacunas que puedan aplicarse a menores de esa edad.

¿Acelerar a mucho mayor ritmo que el actual hasta llegar a incluir a TODA LA POBLACIÓN POSIBLE?

Sabemos que hay otras prioridades ante de los menores de 18; de todos modos, se ha hablado de una ley que incluya en un futuro cercano al acceso de vacunas que puedan administrarse a menores de esa edad, para cerca de fin de año.

Debemos decir que acelerar la vacunación es muy importante. Pareciera que primera dosis no está alcanzando y que necesitamos segunda dosis, para hacer frente en el caso que aparezca en circulación comunitaria la variante Delta, ante la que nos quedaríamos cortos de enfrentarla con una sola dosis.

La ya tan mencionada “INMUNIDAD DE REBAÑO”, que requiere al menos un 70% de inmunizados por las vacunas con esquema completo, obliga a acelerar la vacunación. El Ministerio de Salud de Santa Fe nos informa que, sobre fines de agosto, se alcanzaría ese porcentaje; con lo cual, la mirada para adelante luce optimista.

Tengamos en cuenta que la velocidad de mutación del virus es un hecho, lo está mostrando en Europa. Esto nos obliga a estar atentos, a acelerar todos los tiempos posibles. Pese a los cerrojos, en pocas semanas “EL VIRUS PARECE QUE SE FILTRA”.

Hasta hoy, felizmente, cuando se hace el mapeo genético del genoma del virus para detectar su cepa, si es Manao, si es Británica, si es Andina o si es Delta, muestra que esta última no tiene circulación comunitaria.

Por ahora es una buena noticia.

Yo quiero ser optimista; para mí la salida está en generar estos microclimas, burbujas familiares, ya que lo afectivo es muy importante.

A nivel social, pareciera que el barbijo tiene la potencia de una vacuna; es una herramienta muy protagonista.

Acelerar el ritmo de vacunación es una necesidad impostergable. Vemos cada vez menos resistencia de la gente.

No deberíamos bajar los brazos, seguir con el optimismo nos puede ayudar ya que esta pandemia nos va a dejar otra pandemia: la de las crisis psico emocionales; y de las crisis biológicas no vinculadas directamente con el virus pero que emergerán por los efectos post virus, por lo cual deberemos estar muy atentos a estas posibles consecuencias.

Además, lo económico dejará una repercusión biológica. Cuando los países comienzan a compararse lo hacen por la salud pública: alimentación, higiene, donde cloacas, agua potable, comienzan a contar en qué lugar ocupamos para garantizar acceso a una salud pública y para todos; las crisis económicas repercuten en primer lugar en estas instancias. Estas inversiones en infraestructura tienen con la salud una relación directa.

*Marcelo Mariño, especialista en clínica médica, matrícula 11937

Consultorios del Británico, Jujuy 1540 Rosario