“La pandemia es una amenaza real; de esto no cabe duda. Y, el miedo, es una repuesta normal, frente a la amenaza y nos permite protegernos de una manera racional. Pero puede tener desviaciones y hacerse patológico. Cuando esto ocurre se puede caer en dos extremos: por un lado, una actitud paralizante que nos lleva a protegernos con exceso, exagerando las conductas de cuidado, como no salir a la calle, estar bloqueados y no saber qué hacer; quedarnos paralizados; todo lo cual repercutirá en nuestra integridad psicofísica, creando un nivel de angustia extrema.

Vemos a diario en nuestros consultorios a muchos pacientes con esta manera de reaccionar frente a la pandemia.

Por otro lado, algunos reaccionan mediante una negación maníaca. La manía es una forma de enfermedad psiquiátrica, por la cual el paciente esgrime una sensación de omnipotencia absoluta que lo lleva a despreciar el peligro. Creen que es algo exagerado, que no es una enfermedad, que es inventada, por lo que deciden no acatar ninguna de las recomendaciones de cuidado; con lo cual esas personas se exponen a graves consecuencias.

Ambas reacciones, por un lado, el que se bloquea y por el otro, el que desprecia el peligro, son producto de la mala información, de la sobreabundante información y, sobre todo de la desinformación.

La desinformación tiene, a mi juicio, dos grandes responsables, por un lado, los medios de comunicación que concentran la información, que buscan sobre todo sobresalir con manifestaciones sensacionalistas. Por otro lado, también tenemos responsabilidad los médicos al dar, muchas veces, mensajes contradictorios, con escasa claridad. A estas reacciones debemos evitarlas; YA QUE EL MIEDO NOS DEBE GUIAR A CUIDARNOS, NUNCA A PARALIZARNOS.

¿Qué opina usted sobre las personas que niegan hasta las vacunas?

En muchos países han proliferado grupos antivacunas, lo cual es nefasto. Argumentan que hay escasa información, o que nos usan como conejillos de indias. Lo que nosotros tenemos que decir es que, si bien hay cosas sobre las vacunas que todavía no se saben, por la razón obvia que no ha pasado un tiempo suficiente para hacer evaluaciones a más largo plazo, ya que atravesamos un estado de emergencia que ha exigido, entre otras cosas, acortar los tiempos para disponer de la vacuna. Pero si miramos hacia atrás veremos que las vacunas han salvado muchas vidas, han ayudado a erradicar enfermedades. Han sido y son un pilar fundamental en el control de las enfermedades infecciosas. La misma historia nos muestra a la humanidad enfrentando a las enfermedades infeccionas mediante la instalación de hábitos de higiene; un ejemplo la eliminación de las excretas con la instalación del inodoro que le permitió a la población mundial disminuir las enfermedades infecciosas gastrointestinales.

Por otro lado, las vacunas y los antimicrobianos, como antibióticos, antivirales, etc. Por estas razones fueron eliminadas enfermedades como la llamada parálisis infantil, la poliomielitis; el sarampión que prácticamente estuvo a punto de desaparecer hasta que ha reaparecido porque hay bolsones de la población mundial que se niega a la vacuna.

La vacunación es fundamental como barrera para las enfermedades, que no es sólo protección para una persona, sino que es una protección comunitaria como es el caso del covid 19; ya que, si el mundo no logra vacunar a un alto porcentaje de sus habitantes, el virus seguirá circulando y no se podrá, por lo tanto, contralar la enfermedad. Por esto, ES NECESARIO VACUNARSE.

Si ponemos, hipotéticamente, en dos platillos de la balanza, en uno el riesgo de enfermarnos de covid; y en el otro platillo, el riesgo de tener efectos colaterales por la inoculación de la vacuna; los que, en un alto porcentaje, son leves, transitorios y controlables; y en una bajísima proporción las reacciones graves que se comunican en el mundo son similares a cualquier otra vacuna y son excepcionales; apreciaremos que la posibilidad de contraer covid es alta y la misma puede manifestarse en su forma grave, de la cual, o puede dejar secuelas, o puede costarnos la vida.

Nosotros no tenemos una forma clínica de predecir quienes harán la forma leve y quienes, la grave.

Teniendo en cuenta lo antedicho, el mensaje que quiero dejar es que es absolutamente imprescindible que nos vacunemos: EL MIEDO NO NOS DEBE HACER PERDER LA PRESPECTIVA.

Los médicos tenemos la responsabilidad de comunicar aquello de lo que tenemos un nivel de EVIDENCIA CIENTÍFICA RAZONABLE.

Debemos evitar que nuestra comunicación caiga sobre la población, como una sobre carga cognitiva, la que, en lugar de ayudar a despejar las dudas y los miedos, los termine paralizando. 

 *Alcides Greca, médico, especialista en clínica médica, Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la UNR